2 de
agosto, domingo.- La noche ha sido de calor sofocante. Un poco antes de las
seis de la mañana, el termómetro marcaba 30º. Dicen que es la ola de la calor,
la primera, de las que tienen que venir cada verano. Anoche comentaba con un
amigo los recuerdos de cuando a la Feria de Málaga, que comenzaba a primeros de
agosto se le llamaban, los “Festejos”. Antonio Carmona retransmitía por Radio
Nacional las corridas desde La Malagueta. Ganaderías de Atanasio Fernández,
Alipio Pérez-Tabernero, Samuel Flores…¡Qué tiempos!.
Canal Sur
televisón, anoche desde Osuna, retransmitió
una corrida. Toros de Julio de la Puerta, de la Valdivia. Soberbio, el
portugués a caballo, Diego Ventura hoy no tiene rival en el rejoneo, Ponce en
su línea. Javier Conde, en la suya. Ya hasta le echan el toro al corral. ¡Qué
pena cómo se arrastra este hombre que fue todo arte en sus comienzos…!
Madrugo.
El aire viene caliente. Pego un rato de trabajo antes que se arranque el calor.
En la esquina del Canalón se ha levantado la liebre. Es una zona caliente para
las liebres, porque siempre hay alguna que merodea por allí. Uno se lleva el
repullo cuando salta, a pesar de saber, que puede hacerlo, cuando menos se
espera; pero, las cosas, son así.
Antes de
irme a la cama hurgué un rato en un armario donde acumulo libros viejos. Se me
viene a las manos, Un periodista en el concilio de José Luis Martín
Descalzo. No tengo costumbre de poner mi nombre en las páginas de cortesía y ni
la fecha de adquisición. Por no sé qué extraña razón, en éste lo hice:
30-X-1963. Casi sesenta años atrás. Yo tenía poco más de dieciséis. He tenido
la sensación agradable de encontrarme con un viejo amigo. Lo releo y devoro a salto de mata. El libro
está ajado, y curiosamente muestra cuánto ha progresado el arte de la
impresión. A Martín Descalzo, lo leí mucho; ahora, cuando ha pasado el tiempo,
y él ya hace unos años que se nos fue y probablemente lo recuerde muy poca
genta, veo que fue un hombre muy adelantado a lo que se venía con el “agiornamiento” de la iglesia y comprometido en un mundo en el que se
estilaba más el acatamiento que el compromiso.
Una noche
de verano da para mucho: recuerdos, insomnios y madrugones…y dicen que son muy
cortas.
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