jueves, 6 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y yo me iré



                                                 

Y yo me iré.

Ya no están los molinos harineros de la Vega Redonda, de la calle Erillas con Isidoro y Juanito  de molineros, de Ramírez y Pitoño; almazaras de Serpeta, Casa Blanquilla, La Molina y  la del Puente de la Cabeza con  ‘Mariscal’ de maestro.

Y se quedarán los pájaros cantando…

Ya no están las fraguas de la calle Toro, la Cancula y la del  Camino Nuevo. “Mesié, le dijo una mañana Miguel al francés impertinente, rehágase un poquito ‘pallá’, vayamos a tener un dos de mayo en chiquito…”

Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Ya no están las tiendas de Alonsito, con Paca y Rosario, las arencas del Meino, Guidú, Rafalito Lería, Miguelito, el de Felipe, ni  Juanico “el de Bonela”, con las bestias en la puerta…

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Ya no están las misas de alba, ni Vicente manda con voz ronca y sonora: “niño, el segundo”, ni confiterías oliendo a cielo, ni carpinterías con serrín, que recomponían lo viejo.

Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año;

Ya no están Mariquita Rengel, que vendía botones, agujas, hilos…;  especias de Torreblanca; pan de Faroles, Juanico Díaz, Granao, y Hortensia…, y pesetas de pringue de la Rivera.

y lejos del bullicio distinto, sordo, raro,
del domingo cerrado,

Ya no están los ponches de la Balita,  y los gitanos tratantes en la feria, y jaleo por las noches de gente tomando el fresco, y la voz, en la madrugadas de invierno, de Paco, “el Manco” que era el sereno…., “las dos, y lloviendo”.

del coche de las cinco, de las siestas del baño,

Ya no está el coche de  Rivero que bajaba a la estación por los pocos viajeros, allí no pagaban ni Dios, ni el cura, los del Juzgado, guardias civiles y familia, ni los del Ayuntamiento…

en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...

Ya no están Periquete, Tito Pepe, y otro Pepe, “el Salamero”, Salvador, Juan el “Chismo,” y Antonio, su sobrino, y los pimpis de Isabel, las tapas de ‘Asaura’…

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

Y siempre estarán los versos de Juan Ramón para quienes quieran pararse un rato, solo un rato, y deleitarse con ellos…










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