Y yo me iré.
Ya no están los molinos harineros
de la Vega Redonda, de la calle Erillas con Isidoro y Juanito de molineros, de Ramírez y Pitoño; almazaras de
Serpeta, Casa Blanquilla, La Molina y la
del Puente de la Cabeza con ‘Mariscal’
de maestro.
Y se quedarán los pájaros
cantando…
Ya no están las fraguas de la
calle Toro, la Cancula y la del Camino
Nuevo. “Mesié, le dijo una mañana Miguel al francés impertinente, rehágase un
poquito ‘pallá’, vayamos a tener un dos de mayo en chiquito…”
Y se quedará mi
huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
y con su pozo blanco.
Ya no están las
tiendas de Alonsito, con Paca y Rosario, las arencas del Meino, Guidú, Rafalito
Lería, Miguelito, el de Felipe, ni Juanico “el de Bonela”, con las bestias en la
puerta…
Todas las tardes el
cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Ya no están las
misas de alba, ni Vicente manda con voz ronca y sonora: “niño, el segundo”, ni
confiterías oliendo a cielo, ni carpinterías con serrín, que recomponían lo
viejo.
Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año;
Ya no están Mariquita
Rengel, que vendía botones, agujas, hilos…; especias de Torreblanca; pan de Faroles, Juanico
Díaz, Granao, y Hortensia…, y pesetas de pringue de la Rivera.
y lejos del
bullicio distinto, sordo, raro,
del domingo cerrado,
del domingo cerrado,
Ya no están los
ponches de la Balita, y los gitanos tratantes
en la feria, y jaleo por las noches de gente tomando el fresco, y la voz, en la
madrugadas de invierno, de Paco, “el Manco” que era el sereno…., “las dos, y
lloviendo”.
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
Ya no está el coche
de Rivero que bajaba a la estación por
los pocos viajeros, allí no pagaban ni Dios, ni el cura, los del Juzgado,
guardias civiles y familia, ni los del Ayuntamiento…
en el rincón
secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...
Ya no están Periquete,
Tito Pepe, y otro Pepe, “el Salamero”, Salvador, Juan el “Chismo,” y Antonio,
su sobrino, y los pimpis de Isabel, las tapas de ‘Asaura’…
Y yo me iré, y seré
otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
Y siempre estarán
los versos de Juan Ramón para quienes quieran pararse un rato, solo un rato, y deleitarse
con ellos…
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