jueves, 2 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barro, demasiado barro



                           

Con el balón pegado al empeine, cruzó como exhalación desde su campo al fondo de la red contraria. Tarde mágica, la gloria. Shilton, el portero británico, solo pudo certificar que sacaba el balón del fondo de la portería. En el equipo inglés, además estaban Stevens, Fenwick, Gary Lineker. En el argentino: Valdano, Burruchaga, Olarticoechea…, y Diego.

El comentarista, enloquecido, llegó a decir: “gracias, Dios por el fútbol y por Maradona”, por cierto – Estadio Olímpico de México, Mundial de 1968 – el primer gol, también de Maradona, con la mano. Hay árbitros que no ven ciertas cosas.

Maradona vino a Barcelona. Allí, inteligentes, vieron la marcha que tomaba el pollo y tras sacarle algo de rendimiento y bastante dinero, le dieron pasaporte para el Nápoles que habían hecho un grandísimo fichaje y un enorme esfuerzo económico.

San Paolo lo aclamó como el mejor jugador del equipo. Lo ganaron casi todo. Era el ídolo que engatusaba y dicen ese tópico que “puso al Napoli en el mapa”.  A él, lo consideraron el mejor jugador del mundo, con una zurda increíble, y los envidiosos decían que sí, que todo estaba muy bien, pero que la derecha solo la quería para apoyarse y que no iba de cabeza… Es verdad, no iba de cabeza, pero de la otra, de la que va por dentro, tampoco.

Empezaron a saberse que había problemas con la Fiscalía italiana y algo peor, problemas consigo mismo. Las drogas no es que llamaban a su puerta. La droga ya estaba dentro. El pueblo lo quería. Era su ídolo. Los otros problemas se admitían…

El Sevilla presionado por su entrenador de  entonces, argentino, echó el resto por él y pagó sobre 750  millones de pesetas. El rendimiento en total declive. Ya la cuesta abajo era imparable. Algún día se va parar, mejor no pensarlo por temida ¡y de qué manera!

Ahora han difundido un video donde el ídolo es barro, todo barro. Demasiado barro para tanta grandeza futbolística que no puede sostenerla. Nunca supo rodearse de gente que lo quisiera de verdad. Parece que esa jauría de ratas que vinieron de Argentina y pasaron por Barcelona, Nápoles y Sevilla no lo ha abandonado y lo que es peor, ahora hasta exhiben sus miserias. Toda la gloria ha sido efímera. Va camino de quedar – si es que no es ya – en barro, demasiado, barro.




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