Sentado a la sombra de la higuera,
hago un alto en la labor. Me acuerdo de los versos de Manuel Machado: “Quema el
sol, el aire abrasa”. Mañana de mes de julio, el cielo, limpio. Acuden los
tordos, en bandadas, en la busca de la fruta madura.
La higuera llegó al Mediterráneo desde la parte más occidental de Asia.
Es un árbol de hoja caduca y de mediana altura, de madera
blanca y blanda, que da brevas e higos y algunas, las dos cosechas. A esas se
les llama bíferas. La brevas viene por san Juan de junio, los higos cuando ya
está bien entrado el verano. Tiene la corteza de color grisáceo El refranero no
la trata muy bien: “la leña de higuera, que la corte mi hijo y la queme mi
nuera.
Es un árbol que
aparece en el Evangelio y es maldecida por Jesús. Es uno de los pasajes que
inducen a confusión, porque la maldición le viene porque no tiene fruto…
Aparece en la
obra de numerosos autores. José Antonio Muñoz Rojas en Las cosas del campo
dice: “Ahí tenéis a la higuera. Las ramas que peló el
invierno, caen graciosamente curvadas de los troncos cenizosos (…)”
Miguel Hernández, en una de las elegías más bellas escritas en nuestra
lengua y en la que llora la muerte de su amigo Ramón Sitgé, escribe: “Volverás a mi
huerto y a mi higuera / por los altos andamios de
las flores / pajareará tu alma colmenera”.
En otra elegia, Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, el torero de la
Generación del 27, Federico García Lorca, llora con todo su dolor de amigo: “No te conoce
el toro ni la higuera, / ni
caballos ni hormigas de tu casa./ No te conoce tu recuerdo mudo / porque te has
muerto para siempre”.
Otro poeta del campo, Antonio García Barbeito, aunque en este caso lo
hace en prosa, en De lo cercano habla de la higuera: “Podíamos cruzar el campo de parte a parte, todo el
término un gran territorio, y podíamos ir de un pozo a un cercado, de una
huerta a unas higueras, de un olivar a una era, sin que nada,
acaso una linde alta, acaso una valla alambrada pero de fácil paso, acaso un
portillo sin más llaves que un par vueltas de alambre, se nos impusiera”.
Sentado a su sombra, dejo que pase el tiempo…
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