martes, 21 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Andersen en Málaga






Hans Christian Andersen vino a España en 1862. Llegó en septiembre, y estuvo hasta diciembre, o sea desde finales de verano hasta el comienzo del invierno. Pasó por Málaga en octubre. Arribó en barco y se hospedó en la “Fonda de Oriente”, en la Alameda.

Cuenta en su relato que hacía calor, mucho calor, “el sol ardía implacable”. Tomó contacto con algunas personas de la ciudad y captó porque era un gran observador el pulso de la ciudad en sus construcciones civiles, en sus jardines y en sus gentes.

Dice que vio como desembarcaban otros pasajeros de barcos cercanos al suyo, y mercancías que salían del puerto. “Remeros y muchachos vestidos de harapos  esperaban en sus barcas el momento de transportarnos a tierra…”

Toma nota cómo la gente paseaba por la calle y habla del arreglo con que las mujeres  - “una mujer malagueña / tiene en sus ojos el sol….” - salían a la calle, con mantillas negras, mantones de colorines”, y agrega,  “señoritos a pie o a caballo, labriegos y cargadores”. Capta que en la ciudad “todo era vida y animación”.

Cuenta que hay puestos callejeros donde venden higos, pasas, chumbos, uvas y curiosamente castañas que no deja de asombrar puesto que la castaña es un fruto más propio de bien entrado el otoño y no en tiempo de calor como Andersen dice que hacia durante su visita a Málaga anotando que mitiga el sol con un toldo de lona en su balcón que no le impide ver cómo pasea la gente por la calle “y el mar, dice, de fondo”.

Insiste en el calor. “Pasé calor; es que en Málaga el calor era extraordinario…”, destaca la figura de la Catedral que se eleva sobre el caserío y las ruinas de la Alcazaba coronada por Gibralfaro. Habla del Guadalmedina, seco de agua y por el que transitó a caballo…

Deja uno de los halagos mejores que puedan firmarse en un libro de visitas, en este caso un libro de viajes, Viaje por España:  "en ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como en Málaga".
El Ayuntamiento, en colaboración con la Casa Real danesa,  acordó colocar una estatua, obra de José María Córdoba, de este viajero empedernido, nacido en Odense, Dinamarca, que a todos nos engatusó con sus cuentos cuando éramos niños.




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