viernes, 10 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Café con leche



                                     


Hacía un rato que la vida se había echado a andar por la ciudad. Murmullo constante de motores de vehículos, ruido sordo que arranca, se expande, y no se sabe de dónde viene, ni adónde va. Ella había llegado puntual, como era su costumbre…

-         ¿Qué va a ser? Preguntó el camarero

-         Una infusión de manzanilla y café con leche fría. Si puede ser dijo él, me trae la leche y yo se la pongo, y sin mediar más, agregó: muchas gracias.

El camarero, un hombre enjuto, hacía años que había entrado en eso que llaman edad madura. En sus años mozos pudo haber sido banderillero en una cuadrilla de arte. Orejas grandes, nariz puntiaguda, chaquetilla corta, blanca, pantalón negro y corbata de palomita…

Ella era todo luz. Ella era un mujer hermosa, cara redonda, ojos grandes, profundos y labios sensuales. Ella era de esas mujeres que no pasan desapercibidas. Vestía con gusto exquisito y combinaba los colores: del collar de bolas grandes que tenían un sentido decreciente, bolso, zapatos y pintura de uñas…

-         Esta mañana tengo un día horroroso, dijo ella, me he levantado con el ‘feo’ subido, con las de cosas que tengo que hacer…

El no dijo nada, esbozó una sonrisa y para sus adentros pensó que era una manera de provocar para sacar la reacción contraria… Ella continuó con su monólogo:

-         Tengo que ir a comprar un detalle para una amiga porque se acerca su cumpleaños, y luego a recoger unas prendas que mandé arreglar, después me quiero pasar por la tienda de Elisa que me han dicho que ya tiene rebajas y…

Él, no decía nada. La dejaba hablar. La observaba. De vez en cuando percibía unos movimientos de cabeza como queriendo mover la media melena de su pelo cortado que parecía haber perdido el sitio…

-         Hijo, que callado estás, cuéntame algo. No dices nada…

Él, esbozó una media sonrisa: Es que no me dejas… Ella – ya habían  terminado la consumición – se levantó, lo besó en la mejilla y se echó a andar…

Él, la vio alejarse y para sus adentros pensó: maravillosa, es sencillamente maravillosa…., mientras en el fondo de la taza, sobre la mesa de mármol,  quedaba un poso de café con leche.





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