viernes, 31 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barquero





El coro infantil  cantaba en la rueda de la ilusión al caer la tarde: “Al pasar la barca, / me dijo el barquero / las niñas bonitas / no pagan dinero…” y seguía la rueda y el coro de gargantas limpias, lo lanzaba a los aires… “Yo no soy bonita…” ¿O sí?, ¿mira que si la niña era bonita, muy bonita, y ella no lo sabía?

Las niñas se hicieron mozas y ya no cantaban en los coros infantiles. Se iban a los bailes de la feria del pueblo con zapatos y vestido nuevo – amarillo con flores verdes a modo de ramos grandes -  y sabían de la barca de los sueños, bajo un mar plagado de estrellas distantes, que palpitaban en la lejanía… Ah, por cierto, en la caseta que organizaba el cura y su grupo se bailaba Winchester Cathedral (no tenía nada que ver con el organizador) que era la canción de moda en aquel verano.

Había otras barcas. La “Voz de Álora”, emisora de la Cadena de Ondas Populares Españolas, en la sesión de ‘Discos dedicados”, Lucas López, anunciaba – Pedro Trigueros, pinchaba el disco – “Para María, de su Antonio… con todo su amor, esperando ir muy pronto a verla, Marisol Reyes canta Barquerito de Lora, sabiendo lo mucho que le gusta, en recuerdo de lo que ella sabe…”

Marisol Reyes con voz aguda, después de una introducción musical, se arrancaba con aquello que el maestro Román le había compuesto: Y decía que el verde Guadalquivir pasa por Lora, Lora del Río – que no se confunda nadie – y decía que había allí un barquerito y todas esas cosas.

Hay un barquero más prosaico,  Luis Gómez Alcaudete. Fue barquero en el Guadalhorce, en los Callejones de la Barca, siglo XVIII. Sabemos de él por un documento existente en el Archivo Histórico Municipal de Álora, de fecha 8 de octubre de 1715 en el que se da cuenta que Juan García Gordillo pleitea a favor de los huérfanos de Francisco Domínguez, propietario de la barca del río Guadalhorce y al que debe 450 rs. de los 900 en los que la tenía arrendada.

Ya ven. Barcas, ríos, y sueños en el recuerdo. Y las campanas de la catedral, culpables de la marcha de la chica de la ciudad, según la canción de moda en aquel verano, por no haber tocado a tiempo.  ¡Qué cosas pasan!




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