lunes, 27 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Has echado alforjas para el camino? Del Alto Campoo a San Vicente






¿Recuerdas? A primeras horas de la mañana, Fontibre era un remanso de frescura. Por entre los fresnos y alisos se filtraban los rayos del sol que apuntaba a subir sobre el horizonte. La imagen, la réplica, claro, de la Virgen del Pilar emergía en el mismo nacimiento del Ebro.

Después subimos hasta el Alto Campoo. Todos eran prados verdes y en las colinas onduladas alternaban la vegetación natural atlántica con una alfombra que parecía sacada de los sueños de las “Mil y una noches”. Pastaban las vacas, había una sinfonía de cencerros que llenaban la mañana.


En el puerto de Palombera estaba la pareja de la Guardia Civil. Me paré. Los saludé. Hablé con ellos. Los hombres, todo cortesía  dijeron que era mejor buscar Torrelavega por la autovía  pero que era más pintoresca por la N-611. Y yo le dije que no, que quería ir a San Vicente de la Barquera, bajando el puerto que me lleva al Valle de Cabuérniga…

El guardia que me atendió era una hombre joven, muy atento y con formación. Le dije que bajando este puerto está el lugar, un punto indefinido, donde José María de Pereda fija el encuentro con el oso, en Peñas Arriba, cuando ‘Chisco’ ve que a los caballos se le ponen tiesas la orejas. Marcelo iba a Tablanca al encuentro de su tío Celso…

El guardia pareció, por la expresión de su cara, que descubría una catarata de recuerdos y, entonces fue y me dijo: el profesor de Literatura, cuando yo estaba en el Instituto nos recomendó leer esa novela y fíjese usted lo que es la vida, aquí de servició y viene usted y me la recuerda…



La carretera tortuosa, estrecha y con buen asfalto. Entonces, probablemente ahora puede que siga igual, tenía muchas curvas. Casi en el valle, el río parte en dos Saja. Había hortensias azules y rosáceas en los bordes de las puertas y geranios en los arriates de los balcones. Un poco más abajo, al Saja se le unen las aguas del río Argonza. La naturaleza es todo exuberancia….


En Cabezón de la Sal giramos hacia San Vicente… Estaba la marea baja, las algas daban a las rocas un color diferente. El mar, alejado, como si no quisiera saber nada con nosotros… En Augusto - ¿recuerdas?, ‘arroz con bogavante para dos’, repusimos fuerzas… me gustaría repetirlo contigo.





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