“Muchos son los llamados, pocos
los elegidos” Más o menos así lo deja dicho el Evangelio. Lucas, Lucas G.
Rengel, entra en el equipo de los elegidos para formar parte como uno de los
grandes que aportan mucho a la Historia de Álora.
Ha publicado en la Editorial
Círculo Rojo, su cuarto libro: El hijo del capitán. ‘Una novela de ambiente histórico’ donde
conjuga tres elementos esenciales. Su formación – es licenciado en Historia -,
su profesión, docente: sabe lo que dice y hace que llegue a quien va
dirigido y su vocación de deportista al poner a cada uno en el sitio donde sabe
que el rendimiento es el mejor.
Abindarráez, noble abencerraje,
que según la leyenda, “El Abencerraje y la bella Jarifa’ huye de Granada para
salvar la vida, refugiado en Cártama, se enamora de Jarifa con quien se casa en
Coín. Camino de los desponsales es hecho prisionero por las tropas de Puerto
Carrero, alcaide del castillo de Alora que lo deja libre con la promesa de
volver, una vez casado, con Jarifa “la mujer de ojos almendrados y de color de
la miel…”
Puerto Carrero, admirado del
cumplimiento de la promesa, le concede una almunia en las cercanías al arroyo Xébar
y próximo al río “del silencio”, donde vive una vida pletórica y desde donde
marcha a Fez, al final, ante los peligros que se ciernen con el tema intolerante que rebela a los moriscos. El
ambiente de la novela transcurre entre finales del XV y principios del XVI.
Se apoya en temas históricos:
asesinato de los abencerrajes, Guerra de Granada, toma de Álora (al-Lura) que pasa
a poder de Castilla, Rebelión de los moriscos, pero sobre todo, refleja aquella
sociedad con una riqueza de vocabulario
admirable y donde queda constancia de mensajes de solidaridad, tolerancia, amistad, generosidad, honor….
Y sobre todos ellos, el amor. El
amor entre Abindarráez y Jarifa que hace los mejores pasteles árabes y a los
convida siempre a sus visitas. Jarifa, consejera y fiel, bella por fuera, y más,
por dentro.
Una obra excelente. Deja momentos
emotivos: la despedida del hijo o de los amigos, de la perra “Diamela” o de “Lucero”,
el caballo enterrado en las arenas del desierto. Al final, uno admira y envidia
al hombre que siempre tuvo muy cerca a la mujer de “ojos almendrados y de color
de la miel”.
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