martes, 2 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pulso







La ciudad recobra el pulso de la normalidad con cierta lentitud. Me han faltado dos días para cumplir tres meses de ausencia, o sea de no haber pisado el suelo de la capital. El doce de marzo, al mediodía, bajé para recoger a mis nietos que llegaban en uno de esos trenes que ponen Madrid al alcance de la mano en un rato, y hoy la visita era por otros motivos.

Málaga estaba en su sitio, mejor, parecía que estaba un poco más cerca porque al haber menos tránsito, la carretera más abierta, daba la sensación de acorte en la distancia. Era un simple espejismo. La torre de la catedral, esa única torre señera y estandarte para los malagueños se asomaba sobre el desarrollismo que en un tiempo casi quiso ahogarla. ¿Os  acordáis del revuelo de sus campanas en las grandes festividades? Desde Carranque, da la impresión de estar en medio de la calle, oteando vientos y miradas.

Muchos bares con las persianas bajadas, algunas terrazas ocupadas y los insolidarios (¿les podemos llamar con otro nombre?) sin las mascarillas que iban y venían. Ahora la última leyenda urbana dice que lo importante es guardar las distancias  y que ni mascarillas ni guantes son tan necesarios como recomiendan las autoridades sanitarias. Vamos que su desobediencia, lo de la carita descubierta, está por encima, muy por encima de lo que puedan decir los que saben y de la prudencia necesaria.

En uno de esos establecimientos nuevos, de franquicia, que en Málaga ha salido como por generación espontánea, esos de autoservicio, de los que abren tres meses, (primer alquiler, segundo de realidad y tercero de cierre) y en los que se paga por anticipado,   en calle Nueva para más señas, (café con leche y tostada con aceite, uno desde luego, no descubre América con estas costumbres tan originales) de la botella de aceite que se supone irrellenable  sobre el pan recién tostadito, cae una mosca. Le digo a la persona que me atiende, que se supone que eso debe ser un imposible. Me levanto y me voy…

Esta ciudad anhela vivir del turismo. Tiene el pulso parado en muchas cosas…¿De qué sirven las peticiones de quienes saben, aconsejando que al turismo se le gana con calidad? Para pulso y calidad la belleza jacarandá en flor que esta mañana nos ha regalado Marilina…



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