Querido Pablo:
Ya sé que lo de Alborán, una
parte de tu apellido, es una manera de distinguirte en el mundo del arte. Da
igual, eso no importa.
Debo comenzar diciéndote que, “a
mí, las mujeres me gustan todas, hasta la mía, pero hombres, ninguno”. A
renglón seguido, o lo que es lo mismo, en el hilo de la narración, te felicito
por ser como eres. Ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Olé por tu
valentía por salir en un mundo de hipocresía y decir lo que te ha parecido bien
decir a los cuatro vientos, para que se enteren quienes tengan intención de
hacerlo.
Verás Pablo, te admiro por tu
ternura, por tu sensibilidad, unos pocos escalones por encima de los que
estamos los demás. Yo no te conozco personalmente, pero sí me has llegado a
través de tus canciones, de tu obra.
Tuve, y digo tuve, porque se nos
fueron hace unos años amigos entrañables,
que me cautivaron por su obra y por su amistad.. Jacques Laulheret me
cautivó por la exquisitez de su trato, por la sensibilidad que regalaba siempre
que tenía que sacar adelante a un amigo.
Y por su pintura de trazos seguros, de atardeceres sublimes, de caserones
desvencijados.
Rafael Lería, su compañero, era mi amigo, y supe de sus lágrimas en un
abrazo entrañable en la puerta del Hospital de San Francisco de Asís, Joaquín
Costa 28, Madrid, cuando se acercaron una mañana - iba Jacques con él – porque sabía que se
nos iba la vida, en una habitación de aquel centro hospitalario por culpa del
tumor cerebral. Llorar como lloran, a veces los niños, hace bien. A mí me hizo
mucho bien.
Pepe Rosas, a quien el profesor
Rodríguez Becerra catalogó como “Memoria colectiva de un pueblo” era único,
excepcional, distinto... Si te digo que una noche que me llevó a la Virgen de
Gracia a Carmona, al regreso, de madrugada, me vino cantando de Carmona a Álora
sin parar… grabé tres cintas en la cassette de bolsillo… Me dijo: “haz con
ellas lo que quieras, pero procura que otros no ganen dinero a mi costa”.
Entendí perfectamente el mensaje. Lo
poquito que sé de folclore me lo enseñaron él y Juan Martín, “el Capitán”-
Sencillamente era él…
Tengo que cortar. Ya sabes, el
espacio y esas cosas. Sé que no verás estas letras nunca, pero tenía ganas de
decírtelo y lo he hecho. Gracias, Pablo.
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