viernes, 19 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y enfrente, el mar




               

-         ¿Te recojo a las ocho ?

-         Vale. ¿Adónde vamos a ir?

-         Dani me ha recomendado un restaurante en el roquedo, entre la Herradura y Cerro Gordo. Dice que tienen los mejores meros de la costa de Granada. Allí, el fondo marino es profundo. La calidad de la pesca, excelente…

Es de tez clara, mediana estatura, ojos grandes y labios sensuales. Mira a los ojos cuando habla. En este tiempo de finales de primavera ya tiene un color – su piel es muy agradecida y enseguida consigue el tostado – más propio del verano que del tiempo que acaba de pasar. Piensa qué ropa se va poner, le sienta bien esa blusa blanca con filos bordados imitando un encaje… No, no, se dice para sus adentros, me pondré la blusa verde agua, para la noche es fresquita, da un toque especial, aunque pensándolo bien, quizá la roja de seda. Sí, sí, la roja de seda combina muy bien con el pantalón negro…

La recoge en su puerta. Alicia está preciosa. Regresan algunas familias camino de sus casas. Los niños, delante, desentendidos, los padres más rezagados. Se les nota un poco destronados. Han pasado todo el día fuera y eso cobra factura. ¡Con lo monos que iban esta mañana!

La carretera, tortuosa. Alarga la mano, acaricia su rodilla. Al momento tiene que volverla sobre el volante, no se puede distraer ni un momento.

-         ¿Tomamos la circunvalación? Pregunta.

-         Lo que quieras.

-         Mujer, para hacer lo que quiera no tendría que preguntarte.
-         Claro, es que eres muy cortés…

Piensa que habría que terminar con esta situación. Le falta un punto de locura, pero…

Málaga se abre abajo, a la derecha de la carretera. Están apiñados los edificios. Sobresalen la torre de la catedral y las grúas del puerto. Parecen jirafas metálicas de un mecano gigantesco. Es algo horrible. Le han roto el encanto al paisaje.

-         Cuidado – le dice - con los radares. Están deseosos de sacar dinero..
-         Lo sé…

El restaurante, a media ladera, se asoma al acantilado. Abajo, el mar de Alborán,  azul, muy azul porque por aquí las profundidades son grandes. El sol se hunde en el horizonte. Un barco pescando, estelas. Sabe que lo escoltan las gaviotas. No se ven desde esta altura, como tampoco se ven los limoniums, ni las praderas de corales…

-         Qué bonito…

-         Tú, más.





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