Pepe, rayaba la edad en la que no
se ha entrado en la madurez pero tampoco
se es joven. Un poco grueso, bajito, con el pelo moreno y los ojos grandes,
afable, atento, siempre queriendo agradar y con disposición al servicio por
encima de todo.
Entró de monaguillo. Don Miguel, un
cura bonachón con gran estatura de cuerpo y más de alma, vio en aquel niño, ya
casi zagalón, un posible sustituto del viejo sacristán, Rafael, al que ya le
podían los achaques…
Don Miguel le propuso que contaba
con él para el cargo. Comenzó a dejar a de ir a la escuela y se quedó en las
cuatro reglas, escribir sin faltas de ortografía, y un conocimiento exhaustivo de
todas las fiestas litúrgicas aprendidas por lo repetitivo del oficio.
Desaparecieron por edad don
Miguel y Rafael, y Pepe era el alma de aquella parroquia. Dominaba a las
beatas, sabía que monaguillos se bebían el vino de la misa, y llevaba un orden
perfecto del archivo parroquial.
Un día llegó un cura joven. Le
dijo que iba a informatizarlo todo. Él tendría que reciclarse y ponerse al
frente del equipo operativo. Pepe, confesó que no tenía formación…Entonces, el cura nuevo
prescindió de sus servicios y lo mandó al paro.
Pepe llegó a su casa desolado. Le
contó a su mujer lo que le había pasado. Ella se echó para adelante. “Mira, le
dijo, tú te vas a hacer una cajita de las que se cuelgan al cuello para vender
tabaco, y cada vez que haya un entierro, te pones en la puerta de la iglesia y
como la gente te conoce…”
A los cuantos años, Pepe que
seguía vendiendo tabaco en la puerta, tenía quioscos en los extremos de las
calles, luego muchos por la ciudad, se salió de la comarca, después pasó el
tiempo y…
Dejó de ser Pepe, y cuando
llegaba al banco le llamaban don José. Por Navidad y por su santo, recibía regalos
del director, del jefe de zona, del director regional, y hasta el presidente
del banco le mandaba una felicitación…
Un día, un director recién
llegado salió a recibirlo a la puerta. Lo entró en el despacho y lo sentó en un
sitio preferencial…
-
¡Ay qué ver, don José, Usted, sin formación a
dónde ha llegado! Si hubiese estudiado ¿qué
sería de usted?
-
“Sacristán en Santa María”, contestó,
humildemente.
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