Y entonces, la luz que en estos
primeros días del verano madruga mucho y se levanta muy temprano, se abrió paso
entre unas pinceladas de nubes que se habían esparcido por el cielo, como esos
escolares que salen al recreo antes que sus compañeros porque les empuja la prisa
de la libertad.
En las orillas, la vegetación de
ribera era espectadora de excepción. Los árboles de las orillas de los ríos:
sauces, álamos, alisos, fresnos, mimbres, tarajes, juncos o carrizos, son unos
privilegiados, con unas ramas besan el agua, y las otras, acarician la tierra. Por el agua, suben
y bajan las barcas, por la tierra, transitan mujeres y hombres que pasean sus
ilusiones, sus sueños, sus esperanzas…
En la otra orilla, se vislumbran
en el claro-oscuro del amanecer, un caserío. ¿Quién vive en esas casas? Ellos
ven como pasa – “a la vez quieto y en marcha que escribió Gerardo Diego para el
Duero - el río de otra manera a cómo lo vemos la gente que no tenemos la suerte
de vivir cercano a los grandes cauces. Los ríos imprimen carácter a la gente
que vive cercana a sus orillas.
Se refleja el sol en el espejo
del agua. El río en estas horas de quietud, es un espejo receptivo a todo cuanto se acerca a
él. Por las profundidades, porque por aquí el río que está cercano a la mar
“que es el morir” va sereno y hondo, acoge a peces que no hay en otros ríos:
esturiones, - ¿o ya no quedan esturiones y bogardillas en el Guadalquivir? – barbos o
albures.
Sobre el agua quedan cicatrices de
pequeños atraques para las barcas pesqueras: camarones. “Camarón que se duerme
se lo lleva la corriente”. El río que se arrancó entre pinares en Cazorla, ha
bajado peinando olivos en Jaén, naranjales de Palma donde se le une el Genil
que viene “de la nieve al trigo”.
Sevilla, desde la Giralda le ha cambiado las
velas blancas de sus barcos por un pañuelo del adiós. Coria, La Puebla, la
marisma inmensa “donde se fueron los moros
que no se quisieron ir” y los toros comían margaritas para tener los
ojos verdes que nos contaba Villalón…
Y Dios, que se asoma cada mañana
al río y lo admira y dice: ahí os dejo estos líquidos caminos para sustento y
disfrute vuestro.
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