Todos los bichitos voladores que
merodean por estos andurriales parece que esta noche se han dado cita – ¿tendrán alguna asamblea y yo no me he
enterado? – sobre la mesa. Todos tienen su nombre. Los desconozco. Sé que son
pequeños, alados, algunos con aguijón afilado que se mueven con una soltura que
ya quisieran otros vecinos de la naturaleza. (Hay otros bichitos voladores,
como los de la foto, pero esos no viven del presupuesto).
No me dejan trabajar. En las
horas de sol han sido las moscas, impertinentes, curiosonas que han entrado con
el plan estudiado. Una detrás de otra, sin tregua. Para éstas hay un remedio
casero y viejo, da resultado. Sobre un platillo, unas gotas de miel. Se cumple,
a rajatabla, la fábula de Esopo, que luego en la escuela nos la enseñaron a
modo de versos de la mano de Samaniego.
Me acuerdo de don Antonio
Machado. ¡Qué bien lo dijo! “Pequeñitas, revoltosas, vulgares…” y todo lo demás,
contando por dónde se habían posado alguna que otra vez. Evocan muchas cosas,
sobre todo cuando se ven tan repetitivos, algunos discursos en los telediarios.
La luna de junio avanza por el
cielo. Entra la luz por la ventana. Ilumina la habitación. Levanto la cabeza y
la vista se me va al anaquel. En el paraíso, aquellos libros que alguna vez
tuvieron sitio de privilegio y, ahora, se las buscan por las alturas. ¡Cuántas
ilusiones pusieron quienes pergeñaron las palabras sobre sus páginas! Hacer una
lista exhaustiva de todos ellos…, no merece la pena. Solo que están ahí y si no
es por estos bichitos voladores, esta noche, no habría reparado en ellos.
La luz de la pantalla del ordenador
tiene imán. Si además se le agrega la del flexo… No sé. Me cunde la
desesperación. Enciendo la luz del techo. Tres luces encendidas y sin embargo parece que solo les agrada la que tengo más
cercana. Los adivino en la distancia, los siento cómo se acercan y vienen y se
me posan en la cara, en el cuello, sobre los brazos. ¿Cuáles serán sus nombres?.
He dicho que no lo sé. Solo tengo una cosa cierta. Tendrán su padre y su madre
pero son unos hijos de.. sí, sí, eso que usted está pensando. ¡Me están dando
la noche!
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