Tenía esa edad en la que no se es
mayor, pero se dejó de ser joven. Siempre vistió de negro, y en su vida casi
nunca aparecieron los colores. Todo estuvo marcado por una lucha sórdida.
De niña no fue a la escuela. La pusieron
a servir en casa de unos señoritos. Al menos, tenía asegurado un plato de
comida cada día. Tampoco le faltaba un trozo de pan y la tenían vestida. Estuvo
allí hasta que se casó.
Se fue a vivir a una casa de
alquiler en un arrabal del pueblo. Su marido no era un hombre malo, pero eso de
doblar la espina le costaba mucho trabajo.
Trabajo había poco, pero menos
necesitaba él. Pegaba jornales de verdeo, de escarda, o de lo que se terciaba
en el campo, pero dada su predisposición era de los últimos a lo que le
avisaban. Le entregaba el jornal, pero le gustaba pasar por la taberna…
Tenía una cocinilla entre el
patio y la casa. Guisaba con leña y dejaba la olla hirviendo para que al
mediodía, cuando llegaba el hijo que trabajaba en una carpintería, estuviese el
puchero listo…
Como la cosa no estaba muy allá,
ella se puso a acarrear agua a casas de personas que solicitaban ese servicio.
El poco caudal de las fuentes públicas y la mucha demanda, hacía que las colas
durasen horas e incluso días…
-
Ahora, decían algunas mujeres ‘entremeto yo’.
Era una manera de romper el hilo
del turno que correspondía. Eso generaba peleas y discusiones, ofensas e
incluso llegaban a las manos, entonces intervenían los municipales, pero
ninguna hacía caso a los municipales que casi siempre procuraban retrasar la
llegada para encontrarse la fuente pacificada.
De vez en cuando, llegaba un
fotógrafo forastero que sacada alguna instantánea del lugar, pero ella siempre
procuraba echarse fuera y no salía…
-
Hija, le decían, ¡qué rara eres!
-
A mí nadie me da vela en esa procesión….
Se ponía una almohadilla grande
en el costado y se cargaba los cántaros en el cuadril. Los cántaros boquinos,
eran los más difíciles, porque no tenían asadera a la que cogerse…
Toda su vida fue un sufrimiento
en silencio. Nunca fue al cine, acaso una noche a la feria, ni a ninguna
fiesta… Un día, a eso de media tarde, doblaron las campanas del campanario…
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