viernes, 5 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El rincón



                                     


Hablaba Juan Ramón de un huerto con árboles verdes y pájaros cantando,  y de campanas que tocaban cada tarde desde el campanario,  y de un pozo blanco, y dejaba por el aire errando el espíritu (que él escribía con jota) nostálgico…

Recordaba don Antonio aquella infancia - ¿dónde se quedó la mía? -  del patio de Sevilla con un huerto claro donde maduraba el limonero y de su juventud por las tierras de Castilla y otras cosas “que recordar no quiero” y casi predecía - ¡quién se lo iba a decir! la ligereza de equipaje porque el barco partía…

Y dijo Fray Juan de Yepes, o sea San Juan de la Cruz que pasó por aquí – era por otro sitio, pero para el caso, que como lo mismo – “mil gracias derramando”, y lo dejó todo con tanta hermosura, que con solo su mirada…,  y nos habló de bosques y espesuras.

No son las rosas que cantaba Víctor Manuel. No han roto ninguna promesa para creer lo que les conté, y no hay flores en el jarrón que esperan un no se sabe qué regreso, porque están en su sitio, en un pimpolleo que acuna la brisa suave de la tarde…

Se acercan, porque quieren llegar hasta la tierra, los sarmientos, como una corriente de transmisión que baja del cielo. Dejan arriba los racimos que madura el tiempo y dentro de muy poco, cuando llegue la calor, serán uvas doradas para alimento diario de mirlos mañaneros. “Mirad los pájaros del campo, no siembran ni recogen en graneros y vuestro Padre Celestial los alimenta…”

Es un rincón íntimo, recoleto y umbroso . Cada tarde, el macho de una pareja de herrerillos, canta hasta que llega las horas de oscuridad. Tienen un nido en lo más frondoso, yo no logro verlo, pero canta y canta y canta…

De vez en cuando sale aleteando un mirlo asustado por algún gato vagabundo y alborota el silencio y se callan los jilgueros y los pinzones y los carbonerillos… Todos hacen causa común en ese mimetismo con que en la naturaleza se protegen entre ellos. (Los estorninos, a lo suyo, andan por las higueras…)

Y como propuso el ‘poverello’ de Asís: “loado seas mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, / que nos sustenta y gobierna, / y produce diversos frutos  y coloridas flores y yerba”. Sí, sí, loado seas mi Señor.






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