Hablaba Juan Ramón de un huerto
con árboles verdes y pájaros cantando, y
de campanas que tocaban cada tarde desde el campanario, y de un pozo blanco, y dejaba por el aire
errando el espíritu (que él escribía con jota) nostálgico…
Recordaba don Antonio aquella
infancia - ¿dónde se quedó la mía? - del
patio de Sevilla con un huerto claro donde maduraba el limonero y de su juventud
por las tierras de Castilla y otras cosas “que recordar no quiero” y casi
predecía - ¡quién se lo iba a decir! la ligereza de equipaje porque el barco partía…
Y dijo Fray Juan de Yepes, o sea
San Juan de la Cruz que pasó por aquí – era por otro sitio, pero para el caso,
que como lo mismo – “mil gracias derramando”, y lo dejó todo con tanta
hermosura, que con solo su mirada…, y
nos habló de bosques y espesuras.
No son las rosas que cantaba
Víctor Manuel. No han roto ninguna promesa para creer lo que les conté, y no
hay flores en el jarrón que esperan un no se sabe qué regreso, porque están en
su sitio, en un pimpolleo que acuna la brisa suave de la tarde…
Se acercan, porque quieren llegar
hasta la tierra, los sarmientos, como una corriente de transmisión que baja del
cielo. Dejan arriba los racimos que madura el tiempo y dentro de muy poco,
cuando llegue la calor, serán uvas doradas para alimento diario de mirlos mañaneros.
“Mirad los pájaros del campo, no siembran ni recogen en graneros y vuestro
Padre Celestial los alimenta…”
Es un rincón íntimo, recoleto y
umbroso . Cada tarde, el macho de una pareja de herrerillos, canta hasta que
llega las horas de oscuridad. Tienen un nido en lo más frondoso, yo no logro
verlo, pero canta y canta y canta…
De vez en cuando sale aleteando
un mirlo asustado por algún gato vagabundo y alborota el silencio y se callan
los jilgueros y los pinzones y los carbonerillos… Todos hacen causa común en
ese mimetismo con que en la naturaleza se protegen entre ellos. (Los estorninos,
a lo suyo, andan por las higueras…)
Y como propuso el ‘poverello’ de
Asís: “loado seas mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, / que nos
sustenta y gobierna, / y produce diversos frutos y coloridas flores y yerba”. Sí, sí, loado
seas mi Señor.
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