lunes, 1 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Antequera de Washington Irving





Dos noches y un día estuvo el estadounidense Washington Irving en Antequera. Llegó procedente de Sevilla, con un acompañamiento selecto, camino de Granada, de donde sacó una obra excelsa: “Los cuentos de la Alhambra”. Tenía 46 años, una experiencia viajera fuera de lo común y un ojo avizor excepcional. Era el domingo 4 de mayo de 1828.

A la entrada de Antequera, les piden un visado. Se les exigía a todos los viajeros que llegaban traídos por el cruce de caminos en que el que se encuentra la ciudad. Venían noticias de un posible brote de epidemia procedente de Gibraltar. Dicen que el otoño había sido seco, el invierno suave y la primavera más lluviosa de lo normal…¿Suena esto a algo?

Antonio Parejo en “La Antequera de Washington Irving”, aprovecha  la ocasión para hacer una exposición de manera novelada, y un análisis de la Historia y la sociedad antequerana, del siglo XIX, que se debatía entre luchas políticas de conservadores y constitucionalistas, nobleza y terratenientes, industriales y emprendedores y un pueblo paralizado y analfabeto con cerca del noventa por ciento de gente que no sabía leer y escribir…

Una ciudad sucia, empobrecida, porque las arcas municipales no daban para más, manipulada por frailes, monjas y mojigatería de religiosidad anquilosada, que vive de las rentas de sus tierras y que tienen los días contados con la desamortización, que en el fondo haría más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

Es delicioso el  paseo que idea Parejo, donde Domínguez  enseña de su mano y conocimientos, los barrios antequeranos, la historia – con algunas imprecisiones, por ejemplo, lo de la Bella Jarifa y el Abencerraje, no es un romance y sí una leyenda y la cosa transcurre en el castillo de Álora donde Rodrigo de Narváez es alcaide, cosa posible solo en la fantasía, puesto que Antequera se conquista en 1410 y Álora en 1484… - pero no deja de ser algo pintoresco que subsana con una pincelada, cuando informa que toman una limonada, limones de Álora, llevados en un borrico y helados con nieve de Yunquera…

La obra termina con un epílogo muy aclarativo. Hace una árbol genealógico de todos los personajes que intervienen y sus aportaciones a la historia local, lo que prueba que es un obra documentada, precisa y muy trabajada por su autor.


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