Dos noches y un día estuvo el
estadounidense Washington Irving en Antequera. Llegó procedente de Sevilla, con
un acompañamiento selecto, camino de Granada, de donde sacó una obra excelsa:
“Los cuentos de la Alhambra”. Tenía 46 años, una experiencia viajera fuera de
lo común y un ojo avizor excepcional. Era el domingo 4 de mayo de 1828.
A la entrada de Antequera, les
piden un visado. Se les exigía a todos los viajeros que llegaban traídos por el
cruce de caminos en que el que se encuentra la ciudad. Venían noticias de un
posible brote de epidemia procedente de Gibraltar. Dicen que el otoño había
sido seco, el invierno suave y la primavera más lluviosa de lo normal…¿Suena
esto a algo?
Antonio Parejo en “La Antequera
de Washington Irving”, aprovecha la
ocasión para hacer una exposición de manera novelada, y un análisis de la
Historia y la sociedad antequerana, del siglo XIX, que se debatía entre luchas
políticas de conservadores y constitucionalistas, nobleza y terratenientes,
industriales y emprendedores y un pueblo paralizado y analfabeto con cerca del
noventa por ciento de gente que no sabía leer y escribir…
Una ciudad sucia, empobrecida,
porque las arcas municipales no daban para más, manipulada por frailes, monjas
y mojigatería de religiosidad anquilosada, que vive de las rentas de sus
tierras y que tienen los días contados con la desamortización, que en el fondo
haría más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
Es delicioso el paseo que idea Parejo, donde Domínguez enseña de su mano y conocimientos, los barrios
antequeranos, la historia – con algunas imprecisiones, por ejemplo, lo de la
Bella Jarifa y el Abencerraje, no es un romance y sí una leyenda y la cosa
transcurre en el castillo de Álora donde Rodrigo de Narváez es alcaide, cosa
posible solo en la fantasía, puesto que Antequera se conquista en 1410 y Álora
en 1484… - pero no deja de ser algo pintoresco que subsana con una pincelada,
cuando informa que toman una limonada, limones de Álora, llevados en un borrico
y helados con nieve de Yunquera…
La obra termina con un epílogo
muy aclarativo. Hace una árbol genealógico de todos los personajes que
intervienen y sus aportaciones a la historia local, lo que prueba que es un
obra documentada, precisa y muy trabajada por su autor.
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