Quizá en un día de ilusiones de
los que todavía creen en muchas
cosas - los grandes, o sea, los que los
años han dejado un montón de hojas del calendario sobre nosotros, también –
como es el Día de la noche de Reyes sea una futilidad escribir de fútbol.
El entrenador del Málaga ha hecho
unas declaraciones fuertes. Dice, llana y sencillamente, que los han engañado.
A él y a otros muchos. Todo eso del deporte y otras cosas que se cuentan son
milongas. Se sabe. Cuando asistes a una obra de teatro que es una ficción pero
crea una realidad diferente a la que es, también, pero vas.
En una situación de hondas
preocupaciones por aciertos y desaciertos, en
España, el fútbol es una válvula
de escape. Un escondite para olvidar un poco la realidad. Algo parecido le
ocurre al pescador que echa la caña y espera a que piquen y deja que pasen las
horas, mientras él, absorto, solo ve el corcho que flota en el agua a la espera
de un movimiento repentino.
En todo juego se gana o se
pierde. Más de lo segundo. En el fútbol, también. Otra cosa es dejar el barco a
la deriva y sin capitán que intente su gobierno y que sobreviva en un mar de olas
encrespadas. Es imprescindible alguien que dirija, que tome decisiones, que
encamine la singladura… Lo demás puede ser el juego de una ruleta que nunca se
sabe dónde va a pararse.
En ese negocio oscuro porque se
mueven otros intereses inconfesables que es el fútbol siempre existe el
aficionado que siente una especie de sentimiento. Se llama cariño o ilusión por
aquellos que él cree sus colores. Da igual que sea por el Alamillo de Arriba,
por el Alamillo de Abajo o por un club perdido en ese otro mundo que ni aparece
en los mapas.
El aficionado al fútbol es – somos – tan crédulos que pensamos que casi
todo el mundo es bueno, hasta los que se empeñan en demostrar lo contrario. De
aquí a muy poco tiempo, en el equipo de ‘mis’ colores, o sea el Málaga puede
que ocurran cosas, muchas cosas. Hasta una que duele nombrar: desaparición. Cuestión
de tiempo.
Y digo yo, ¿y si los Reyes Magos nos
hacen el regalo? Y, entonces…
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