martes, 14 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Persiana (Relato corto) 1


                                   

                                               LA PERSIANA

                                                            I
El despacho era un habitáculo grande, espacioso. Tenía una mesa de diseño, de madera de calidad para el trabajo; las paredes forradas con maderas desde el suelo hasta el techo. Enfrente, dos sillones de un material que imitaba a la piel y en la pared, colgados varios cuadros con motivos de viajes: un paisaje de la Toscana recogía una casa residencial, rodeada de cipreses, en la soledad del campo. En el horizonte se recortaban unas montañas azules. Otro, simétricamente colocado tenía un paisaje del Bierzo leonés donde aparecía una casa pequeña casi enterrada en nieve.
En el testero de la derecha, una ventana que al estar la oficina en el piso noveno dejaba entrar a todas horas la luz del día. En la lejanía se divisaba el mar… El mar desde allí era algo muy distante que, a veces, con la luz ofrecía un resplandor diferente según qué hora…
La puerta de entrada estaba en el lado izquierdo. Él, salvo que hubiese alguna visita, siempre la tenía abierta.
Estanterías con libros, documentación de la empresa que no estaba en las dependencias de Administración, publicaciones encuadernadas con lujos, algunas placas de recuerdos y acontecimientos…
Se sentó en el sillón de trabajo ante la mesa del despacho. Apartó los papeles hacia un lado. En el ángulo superior derecho dejó unas carpetas ordenadas. Con los epígrafes claros. Unas sobre otras…; en el ángulo izquierdo, un lápiz viejo que hacía mucho tiempo que estaba con él  - le tenía un cierto cariño- y con el que punteaba algunas cosas cuando las imprimía en papel. Despacio, buscó la llave del cajón. Era el último cajón de los tres cajones que tiene la mesa, el más cercano  al suelo. Giró la llave, abrió. Tiró, suavemente, del cajón. No le hizo falta echar una mirada aunque miró. Sabía que estaba donde él la tenía. Tomó la pistola. La pistola estaba allí;  esperaba el momento. Las cosas, son seres inanimados pero todas saben, que tiene el momento, su momento… el suyo estaba tan cercano como era el alcance de la mano. Solo alargar el brazo y cogerla… Todo iba a tener arreglo de una vez, pensó…




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