martes, 28 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Laura


                                                                                    


                                               

El chaval andaba aburrido en la catequesis. Por los ventanales del templo entraba la luz de la mañana. Era una mañana de sol y cielos limpios. En un momento, el catequista le pregunta:

-         A ver ¿qué en un santo?

El chaval no se cortó. Seguía mirando la ventana y, sin pensarlo, respondió:
-         El que deja pasar la luz.

Laura Aguirre llegó a Alora a finales de los años cuarenta. Al comienzo de la década siguiente ya estaba en el tajo.  Se entregó a los que no tenían nada. En este caso niñas huérfanas, pobres y abandonadas. España, - media España de luto y la otra mitad intentando salir cómo buenamente podía -  se debatía contra sí misma y contra las adversidades.

Ella no se lo pensó dos veces, trabajo sin hora ni día ni noche. Puso toda su confianza en la Providencia de Dios. No renunció, tampoco, a la esperanza en la generosidad de la gente, sabedora que los que no tienen nada o tienen muy poco son más solidarios que otros que tienen mucho. Cosas que pasan.

Aquellos años fueron de una dureza extrema. Vivían de la caridad (comida, ropa, vivienda…) y unas paupérrimas ayudas sociales. Deambularon por diferentes puntos del pueblo. Terminaron en el convento de Flores, - en lo que quedaba del convento, claro – luego, vuelta al pueblo. Al final – ya los tiempos habían cambiado – tuvieron una residencia y otras ayudas.

El pueblo valoró aquel esfuerzo ímprobo y titánico. El pueblo lo reconoció dándole ya en vida ese apelativo con que se conoce a la gente excepcional. La Señorita Laura, era aseveración coloquial, es una Santa. Así sin mandarlo a decir con nadie era la manera de ubicarla…

Ahora, la jerarquía oficial quiere iniciar el proceso para llevarla a los altares. Dicen que tiene varios escalones. Sierva de Dios, Beata, Santa… Da igual. Llegan tarde. El pueblo llano lo dijo hace mucho tiempo. La puso en su sitio y la reconoció. Hay quien afirma que el pueblo nunca se equivoca. A lo mejor, en este caso, lleva razón y Laura, -Laura Aguirre Hilla, que renunció a todo para darlo a los demás -era alguien que dejaba pasar la Luz.



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