Nunca he leído nada de él, salvo
las reseñas, breves por cierto, que han puesto a raíz de su muerte en los
diarios . Dicen de él que nació en Nerva, que había trabajado en la mina, y que
era escritor. Es decir que había escrito varios libros.
El hecho de nacer en Nerva, a mí
me produce una simpatía especial. ¿Será por el ‘solo’ de trompeta del maestro
Rojas en el pasodoble? ¿será porque conozco a Trini que es una mujer excelente?
¿o será por las dos cosas juntas?
Tengo algo claro, ni siendo
minero, ni siendo escritor se ha hecho rico. O sea que a este hombre le habrán
podido sobrar muchas cosas en su vida: dolor, sacrificio, entrega,
incomprensión pero de lo que estoy seguro es que no le ha sobrado el dinero y
si no le ha sobrado, de eso seguro, que también era buena persona.
Es dura la vida. La reseña del
periódico dice que a Antonio Perejil lo ha matado su hijo en su casa en la
calle Niña de la Alfalfa. En los reportajes con que nos ‘obsequian’ - ¡qué
difícil es separar la información de la opinión en el periodista - un vecino decía, que el hijo era un buen
chaval, que fue universitario, pero que un mal día la droga se cruzó en su
camino. Todo al garete.
Al parecer la sociedad, o lo que
es lo mismo, entre todos nosotros no encontramos una solución a ese problema.
La cárcel aísla y aparta por un tiempo al presunto delincuente. Al enfermo casi
con toda probabilidad no lo cura, y me
pregunto y, ¿al hombre, qué pasa con el hombre?
En medio de todo esto – mañana ya
casi nadie recordará el suceso – queda un padre en el cementerio, una madre (si
es que la tiene, que no lo sé) aniquilada, una familia hecha añicos y un grupo
de amigos con un nudo en la garganta y un hueco imposible de rellenar.
Esta sociedad nuestra donde sobran
muchas cosas, demasiadas, tiene perdidos los papeles, los cuatro puntos
cardinales y el sentido de la orientación para dar con ellos. Yo no tengo la
solución ¿ustedes la tienen?
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