La
Sierra de Cádiz es tierra aparte. Si quieres puedes andarla de la mano de San
Juan de la Cruz o de Gacilaso, que para el caso viene a ser como lo mismo pero,
eso sí, con los ojos bien abiertos. Es tierra de hombres recios que siempre
supieron hacer frente a los tiempos que venían de otra manera.
La
caliza, si te adentras, te va a sorprender. Ofrece paisajes espectaculares,
crea figuras raras y entre las rocas nacen una floración propia y distinta a la
que te encuentras en otros lugares. Si la bordeas, la campiña de cereales, rica,
ubérrima; si te alejas un poco, entonces serán las blancuras de las albarizas
que dan al vino eso tan propio que le concede esta tierra.
Puedes
entrar –a la Sierra- por donde quieras. A saber, desde Ronda, por Grazalema, y
de allí hacia Villaluenga del Rosario, Benaocaz y Ubrique; por Zahara de la Sierra
sube hasta el Puerto de las Palomas, bordea crestas y precipicios cortados
donde a tus pies se abre toda cuanta belleza seas capaz de imaginar y, por
Benamahoma, llégate hasta El Bosque donde el Majaceite es riachuelo de aguas
claras y espumosas.
Si
viniste por el Campo de Gibraltar te habrá recibido la masa boscosa de
alcornoques más importante de la Península Ibérica. Estás en el Parque de los
Alcornocales que linda con el Pinsapar –la Sierra del Pinar, la llaman por
aquí- de Grazalema y las llanuras
fértiles de las tierras de la Janda, entre Arcos de la Frontera, Mediana
Sidonia y Alcalá de los Gazules.
Las
campiñas de Jerez, lentamente dejan de ser viñedos y cerealistas, y se tornan
en sierra, y vienen contigo si iniciaste camino desde Trebujena, Bornos,
Villamartín –donde hacían las mejores hoces para la siega de toda Andalucía-
y Prado del Rey; desde Puertoserrano, Espera, Algodonales y
Olvera el paisaje es distinto. Ni sierra ni campiña, ni de labor ni de monte,
ni caliza ni arcilla. ¿Castillos? Olvera, Zahara… La historia a pedir de mano.
Quien defendía lo suyo y quien apetecía lo de los otros. Ya sabes cuando los
intereses se encuentran en medio de los caminos…
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