Viene de Australia pero que
también se las anda por tierras del Japón, el sudeste de Asia y algunos lugares
de China – no donde el virus ese que tiene asustado a medio mundo y parte del
otro, no – sino de las tierras cercanas al mar.
Por aquí, la más llamativa de las
que conozco, cubre el cenador ‘Cánovas del Castillo’ en el Jardín Botánico de
la Concepción, que está conforme se sale de la ciudad por la carretera de Las
Pedrizas, a la Izquierda. Ese, muy cerca del río Guadalmedina (ahora remansado
en la Presa del Limonero) y que antes con la construcción del Pantano del Agujero terminó cona las inundaciones
de Málaga.
El Jardín fue una creación de
Amalia Heredia Livermore y Jorge Loring. La familia Heredia vino a Málaga desde
la tierra de Cameros, en la Rioja, se asentaron, hicieron fortuna y los capitanes
de barcos conocedores de su afición a las flores, traían, según cuentan, para agasajar
a la señora plantas exóticas de medio mundo. Pero eso para otro día.
Sus flores son azules, - ¡Ay,
la Mujer de azul! – violetas, rosáceas y blancas. De todas, la más conocida
es la Wisteria sinensis en honor del anatomisma Caspar Wistar. Esta
glicinia de flores a modo de tirabuzones azules se conoce con el nombre de Glicinia de
China y es la más admirada, por su difusión, en los jardines europeos.
Al ser un arbusto caducifolio, la
glicinia muestra su desnudez en los meses crudos del invierno. Le perjudican
los excesos de abonados y, a veces, hay que recurrir a correctores de
carencias, sobre todo la de hierro, que la hace florecer de manera más
deficiente.
Cubre paredes, pérgolas, enrejados.
Son ideales para dar sensación de intimidad y sirven para crear ambientes
evocadores de otras tierras lejanas con todo lo que conlleva de ensueño y mundos
exóticos.
Hoy, por ser la primera vez que
cumplo setenta y tres años en mi vida,
me he permitido el lujo de regalarme un ejemplar. Ojalá mis nietos y
descendientes lo gocen tan bello como el de la foto que ilustra este artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario