lunes, 27 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Glicinias






Viene de Australia pero que también se las anda por tierras del Japón, el sudeste de Asia y algunos lugares de China – no donde el virus ese que tiene asustado a medio mundo y parte del otro, no – sino de las tierras cercanas al mar.

Por aquí, la más llamativa de las que conozco, cubre el cenador ‘Cánovas del Castillo’ en el Jardín Botánico de la Concepción, que está conforme se sale de la ciudad por la carretera de Las Pedrizas, a la Izquierda. Ese, muy cerca del río Guadalmedina (ahora remansado en la Presa del Limonero) y que antes con la construcción  del Pantano del Agujero terminó cona las inundaciones de Málaga.

El Jardín fue una creación de Amalia Heredia Livermore y Jorge Loring. La familia Heredia vino a Málaga desde la tierra de Cameros, en la Rioja, se asentaron, hicieron fortuna y los capitanes de barcos conocedores de su afición a las flores, traían, según cuentan, para agasajar a la señora plantas exóticas de medio mundo. Pero eso para otro día.

La glicinia no es una planta muy exigente. Dicen los que saben que es un arbusto longevo, trepador, leñoso, que suele estrangular con su fuerza los tutores que le ayudan a trepar por lo que aconsejan dejar un solo tronco para su crecimiento.

Sus flores son azules, - ¡Ay, la Mujer de azul! – violetas, rosáceas y blancas. De todas, la más conocida es la Wisteria sinensis en honor del anatomisma Caspar Wistar. Esta glicinia de flores a modo de tirabuzones  azules se conoce con el nombre de Glicinia de China y es la más admirada, por su difusión, en los jardines europeos.

Al ser un arbusto caducifolio, la glicinia muestra su desnudez en los meses crudos del invierno. Le perjudican los excesos de abonados y, a veces, hay que recurrir a correctores de carencias, sobre todo la de hierro, que la hace florecer de manera más deficiente.

Cubre paredes, pérgolas, enrejados. Son ideales para dar sensación de intimidad y sirven para crear ambientes evocadores de otras tierras lejanas con todo lo que conlleva de ensueño y mundos exóticos.

Hoy, por ser la primera vez que cumplo setenta y  tres años en mi vida, me he permitido el lujo de regalarme un ejemplar. Ojalá mis nietos y descendientes lo gocen tan bello como el de la foto que ilustra este artículo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario