Madrugó.
Desayunó ligero. Café con leche y una tostada que no terminó. Tenía ganas de
llegar al Ministerio. Si hubiese podido empujar
al reloj, lo habría hecho. Le parecía que andaba muy despacio, tan
despacio que a pesar de haberlo mirado varias veces, no había avanzado casi
nada, solo unos minutos.
Llegó a
la puerta del edificio. Soberbio, imponente. La Guardia Civil prestaba
servicio. Cruzó el umbral, luego, el control de seguridad. Le dieron un
tarjetón de plástico – como otras veces – que se colgó del cuello. Avanzó por
los pasillos amplios. Los conocía muy bien. Techos altos, ventanales enormes,
la calefacción, como siempre, muy alta, daba sensación de calor. Se pasó el
dedo índice por el cuello de la camisa para aliviar un poco la opresión de la
corbata que le asfixiaba….
Llegó
ante la puerta. Dijo a lo que iba y lo pasaron a una mesa…
-
Verá, le informó el funcionario con mucha amabilidad, el
Director General no se encuentra en Casa…
-
Pero yo tenía concertada una cita con él…
-
Sí, pero ya le digo…
Entonces,
él se armó de valor interior y le contó que la tarde anterior se habían visto,
por casualidad, en una librería de la calle López de Hoyos y que, el Director
General, al que conocía desde hacía muchos años, le había confirmado la visita…
-
Ya, ya le digo, no
está y no va a volver.
Preguntó
si había dejado una nota, un mensaje… algo. Le contestó que no. Toda la altura
de la techumbre del Ministerio, de pronto, se posó sobre su cabeza… Entonces le
dijo que si podría pasarle con alguien… porque el asunto era de suma
importancia. Llamó por un teléfono interior. Explicó la situación a quién lo
atendió al otro lado de la línea. Accedió
a recibirlo. Se acercó al nuevo despacho y se encontró con…
-
¡Hombre!, ¡cuánto tiempo!, ¿qué tal?, ¡usted, por aquí! y
toda una ensartas de cumplidos…
Estaba
anonadado. Le contó muy por encima el problema. Le informó que el Director
General no solo no vendría hoy, sino que no lo haría hasta pasado Año Nuevo.
Estaba fuera de Madrid. No había dejado nada para él ni sabía cómo podría
resolverlo.
-
¡Ya sabe, estos días
se paraliza todo…!
Se
levanto despacio. Tragó saliva y se despidió cortésmente de aquel hombre,
funcionario anónimo, del Ministerio a quien conocía de visitas anteriores…
(Continuará…)
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