domingo, 26 de enero de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ten pa tó





                                     
El Ter, el Tordera – del Muga ni del Fluviá han dicho nada – el Besós…, la han liado. El Llobregat también ha hecho lo que ha podido. Han vertido tanta agua al mar que nos habrían eliminado la sequía para nos pocos años de haberla podido almacenar, pero de eso, no quieren algunos, y claro, no se hace.

El temporal, ese que han llamado Gloria, ha sido generoso, muy generoso con Cataluña. Al Delta, ahora por no sé que extraña razón han vuelto a llamarlo Delta del Ebro y no Delta de l’Elbre, le ha arrebatado un montón de tierra. Hablan de cifras escalofriantes.

Benicasim, Peñíscola y parte de la costa de norte de Castellón no se ha quedado remendando de pobre. Adiós a los paseos marítimos, merenderos, restaurantes y establecimientos que le hablaban de tú al rebalaje de la playa.

Alicante está con sobrecarga. Primero, un incendio los dejó sin aeropuerto y los tuvo unos días aislados de las comunicaciones con otros aeropuertos, luego vino un temporal de viento que lo arrasó todo. Lo terminó de ‘arreglar’ la lluvia…

Un poco más abajo, o sea, entre el Mar Menor, San Javier y Los Alcázares llovió sobre mojado. Alguien dijo que eso antes no pasaba en Los Alcázares. Se olvidó de decir que lo que existía antes era San Javier y una pedanía que, luego, se separó, creó municipio propio. Un ayuntamiento muy generoso concedió licencias con tanta alegría que se olvidó de los estudios hidrológicos y esas menudencia que llaman arroyos y cauces secos y salidas naturales de las aguas…

En Almería el granizo la emprendió con los invernaderos. Horas de sol y sudores bajo el plástico. Todo en un momento destruido. Vuelta a la lucha, vuelta a empezar (de en el campo se sabe un rato). Todo otra vez entre las promesas que no se van a cumplir y la voluntad indómita del hombre.

A Málaga la despertó el granizo del alba. Luego, le tocó a Campanillas, después a la Costa del Sol y la de Granada. En el paquete Mallorca e Ibiza, también. De las muertes, ¡Dios que horror!... Como decía el camarero de mi pueblo cuando le pidieron diferentes bebidas en la feria y se volvió al mostrador y con voz autoritaria dijo: “Pepe, ten, pa tós”





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