A mi amigo Bartolo con la esperanza que algún día me enseñará a conocer su
pueblo.
En la Venta del Cordobés, si vas desde Málaga, gira a
la izquierda. La carretera te lleva a Ronda (ojo con el radar). Antes, párate
en el único pueblo que te vas a encontrar: Cuevas del Becerro. La Cueva
para los del terreno.
Según qué época es el tiempo. Calor en verano o puede que te llueva, o te
encuentres con una granizada o que la nieve cubra el camino y lo vista todo,
aunque por poco tiempo, de una capa blanca.
Estás a las puertas de Ronda. El paisaje, diferente.
Es corredor entre las tierras de la Serranía y el llano. Vas a ir rodeado de
cumbres – Sierra de Viján, Cerro de los Tercios, el del Castillón, las Palomas
y el Pilón del Zorro – todos tienen en común la altitud, cercana a los mil
metros y la caliza en su composición.
El río de las Cuevas y muchos arroyos forman, en su
cabecera, el Guadalteba. Otras aguas, por las filtraciones, van profundas y forman
bolsas y se bombean al exterior con motores que en tiempos de sequía son
remedios para las malas previsiones y alimento de tinta para las primeras
páginas de los periódicos “porque aunque el agua no se vea, es nuestra – me
decía muy acalorado un vecino, capaz de cualquier cosa – y de aquí no se la
llevan”.
Naturalmente se la llevaron. Bueno, “naturalmente” no,
porque la elevaron con potentísimas
bombas por un lado y, por otro, como todos tenemos un precio, pues ya sabes... Poderoso
caballero. Lo dijo Quevedo.
De tiempo de los romanos cerámicas, teselas, estucos,
monedas. Y dos hornos. Y una villa
aceitera. De la dominación árabe poco menos que nada sino el recuerdo de saber
que en 1330 la tomó Alfonso XI, que se perdió y que volvió a conquistarse a
principios del XV.
Date un paseo por el pueblo. Si te dicen que en el
cementerio, antes, pintaban de azul los
nichos, ni lo creas ni te lo dejes de creer. Es uno de tantos camposantos que
encontrarás en tu deambular por la tierra.
Cuando llegué (era media mañana) salía un rebaño para
el campo. La ovejas invadían la calle. El pastor, un muchacho joven,
desaliñado.
-
Muchacho, ¿de
quién son estas ovejas?
-
De Juanillo, ‘el
del Pilar’…
Después quedó por el aire un olor intenso a ganado. Un
perrillo lanudo y con los ojos muy vivos caminaba al lado del pastor…
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