Dicen que el tiempo es de lo
que se habla cuando no hay otra cosa de que hablar. Puede. A lo mejor es que el
tiempo tiene más importancia de la que se le pretende dar y lo minimizamos con
demasiada alegría.
La televisión ha publicado
imágenes de ríos desbordados, pantanos sobrepasados por sus cotas de
embalsamiento, gente huyendo y otros evacuados y, lo que es peor, un montón de
muertos, casi una veintena, y casi los mismos desaparecidos… A eso en cualquier
sitio se le puede llamar tragedia. Aquí lo despachamos con el nombre de tifón Lekima.
Otra información dice que
Andorra ha quedado incomunicada con Cataluña. Un desprendimiento de tierras la
aísla de la Seo de Urgell. ¡Qué lejos queda el tiempo en que uno iba a Andorra
por un transistor, por mantequilla y por
tabaco! Andorra, además del exotismo que la envolvía, daba ese algo especial de pasar una aduana en que
la Guardia Civil preguntaba, irremisiblemente, si había ‘algo que declarar’
(como si ellos no lo supiesen).
Dicen, también, que desde anoche y hasta el día 13 de este
agosto que, en el sur del Sur nos está machacando con el terral, serán noches
ideales para contemplar la fuga de las Perseidas. Yo todos los años les pido deseos
– con los Reyes Magos me pasa algo parecido - pero se ve que como deben tener
tantas peticiones las mías las dejan para ‘luego’ y ese luego todavía no ha
llegado… En fin, cosas que suelen pasar.
Hay otra plaga a la que no le
damos importancia. Ahora han abierto brecha, los que se autoproclaman salvadores
del planeta, a las flatulencias de la vacas y a los vuelos de avión. Dicen - en parte es verdad – que sueltan gran
cantidad de queroseno, o sea gases contaminantes que traen a la atmósfera
loca. Me
hago dos preguntas. ¿Cuántos de éstos renuncian a usar ese medio de
transporte? La segunda, ¿sabe alguien cuántas hectáreas de bosques se van a
repoblar cuando llegue el otoño en España?
Ahora que los incendios – arde
Gran Canaria - nos arrasan, que los tifones están a su bola en donde hay tifones
cada año, que las Perseidas acuden a la
cita, y que algunos se empeñan en vendernos la
burra - ende que te vi venir, dije, por la burra…- uno piensa que, aquí, casi nada cambia; el tiempo, tampoco.
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