jueves, 29 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Una tarde cualquiera.





Los dos amigos llegaron hasta la curva grande, la que está después del puente de piedra, donde anida una pareja de abubillas,  al final del camino y hace un giro de ciento ochenta grados y busca las curvas de nivel, y hace el descenso más suave. Los dos amigos se sentaron en un poyete de ladrillos macizos. El suelo estaba caldeado por el sol de la tarde a pesar de las sombras de los eucaliptos que orillaban la carretera.

La ciudad se extendía ante ellos. Sobre el caserío la torre de la catedral se elevaba de manera sobresaliente. La catedral era un edificio soberbio, enorme. Lo llenaba todo, bueno, todo el espacio en el que unos cientos de años antes los hombres de aquel tiempo decidieron que debían levantarla.

A la izquierda de la catedral coronaba el monte un castillo. Del castillo sobresalían la muralla que lo circundaba y un bosque de cipreses que le daban un aspecto diferente. Más abajo, donde terminada la muralla, se levantaba la alcazaba. Era un edificio restaurado que cantaba  su aire oriental.

Al fondo, en la lejanía, se veía el mar. ¿Cómo creéis, les preguntó un día Lorenzo, cuando  subían por la carretera, en otro paseo, de aquellos paseos largos, que llegaban hasta la Fuente la Reina, que llamaba Góngora al mar? Hubo un silencio de ignorancia. “Cerúlea tumba”. Los muchachos no captaron la metáfora, pero hubo uno que no la olvidó y la recuerda muchas veces…

El mar era una paz lejana y plana. A veces la luz de Él le daba un tinte especial.  Desde aquella lejanía no se percibía ninguno de los detalles que el mar regala a los que lo miran con los ojos del quien siempre busca algo. El mar era algo lleno de enigmas… ¿Entonces…?

Por el otro lado, hacia tierra adentro y encerrada por montañas lejanas se extendía la ciudad. Todo el caserío era algo compacto, abigarrado. Parecía que los edificios habían perdido una competición contra sí mismos y contra los otros… Con menos altura que la catedral, se levantaba el estadio del equipo de futbol de la ciudad. Por aquel tiempo aún no lo había ahogado el crecimiento desordenado y anárquico…

Los muchachos hablaron de sus cosas. Inquietudes, zozobras, dudas, sueños que podrían cumplirse. En algunos momentos se abría un silencio largo…

-         Hermano…

-         ¿Qué?

-         No. Nada…


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