Como
viajero debes saber que pasar de largo por Granada es pecado mortal. Yo, no sé
tú, en este viaje que te cuento hoy, pequé. Pero si me admites el consejo, en
Santa Fe, - los hay varias pastelerías, pero solo una tiene la palma, - ¿qué por qué no te digo el nombre? Para que
no te ‘aisles’ y preguntes -, prueba los “piononos” y, en el Suspiro del
Moro, como dice la leyenda que hizo aquél, gírate y convéncete que comienza otra Granada. La del destierro y
el llanto, el recuerdo y la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue, una
Granada de leyenda, de vida dura y sacrificio extremo, donde clima y paisaje
parece que se dan la mano.
Pedro
Antonio de Alarcón escribió que en Lanjarón arranca La Alpujarra , que siendo
una, los libros de Geografía hablan de dos, la de Granada y la de Almería.
Puede que a ti, como a mí, te guste más en singular. Pero también debes
entender que, en efecto, hay dos: la Alpujarra y la
otra. De la primera informan los folletos, las publicaciones y los
turistas; a la otra, llega menos
gente y tiene el sabor de los pueblos viejos, encerrados en su pasado, y son
celosos guardianes de su propia esencia; sólo la abren a quienes quieren y cuando lo desean.
De
Lanjarón sabrás de su balneario y de su agua. Contigo va a ir, en el recuerdo, una calle larga orillada de
plátanos. Es carretera y arteria urbana. Cruza el pueblo. Estos árboles de
ciudad tienen un destino diferente a otros árboles. Están condenados a soportar
lo que no aguantan otros, y se ven privados de las caricias del viento, del
susurro de la brisa, de la frescura de la lluvia nueva...
“Al
balneario - te cuentan - viene gente de todas partes y los de aquí se tienen
que ir”. Lanjarón sufre, como otros pueblos, la sangría de la emigración. Y
ofrece, a cambio, aguas termales que alivian el reuma, las afecciones de
columna vertebral, artrosis, vías respiratorias, sistema nervioso, neuralgias,
insomnios, agotamiento, obesidad...
Tierras
arriba, vas a entrar en otro paisaje. Es otro mundo. Prepárate para sensaciones
nuevas, lugares diferentes, y gente a la que supo plasmar como nadie Gerald
Brenan.
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