De
lejos, Alhama es ciudad parda y difuminada. Se mimetiza en el paisaje. Despunta
la torre de la iglesia, del XVI, levantada según los papeles, por Siloé.
Por aquí estuvieron, pasaron y dejaron vestigios,
turdetanos, romanos y musulmanes.
Se
asienta cabe el río el Marchán. Luego, cambia de nombre, y le da el propio de
pueblo. Llégate a donde la iglesia. Asómate a los barrancos. Detente y observa. Un pajarillo enjaulado
salta y salta ajeno al paisaje que se
abre más allá de sus barrotes. Pasan mujeres
enlutadas con un pañuelo a la cabeza; unos niños corren detrás de un
balón.
Adéntrate
en una de esas tiendas donde venden de casi todo. Por ejemplo, ‘recuerdos’. Te
ocupan sitio y no los quieres para nada; cerámica - esa sí es buena - de
Fajalauza; libros de estudiosos y universitarios locales que escriben sobre su
pueblo.
Cómprate,
- no es mala costumbre - algunos. Son esos libros que no se leen de inmediato,
pero que se vienen a las manos cuando en las tardes de invierno la noche se
echa encima, casi de súbito, y se cambia luz por oscuridad.
De
uno de ellos supe que la emparentan con los túrdulos, que se llamó Astigi,
y por los árabes, Alhama (el baño), por sus aguas termales curativas.
En
otro, que en la Guerra
de Granada jugó papel de primer orden y como otras plazas, ganada, perdida,
conquistada, desconquistada (si me permites la palabreja), según qué bando.
En
un tercero, de las tropelías, pillajes, bandidajes, y todas cuantas cosas malas
se te vengan a la cabeza, que realizaron las tropas de Napoleón, que fue dueño
de media Europa y al parecer intentó destruir a la otra media.
Un
opúsculo habla del terremoto de 1884. ¡Cómo no sería su magnitud que resurgió
un pueblo nuevo! Dicen que de lo poco salvado quedaron el puente de cuando los
romanos y las termas de tiempos de los árabes.
Teófilo
Gautier - viajero anterior a ti y a mí - alaba sus bellezas de horizontes
limitados por las sierras de Zafarraya...
Un
indicador te dice por dónde al balneario y por dónde a proseguir camino.
Llévate, en la retina, el ocre de las piedras y el verde de los árboles.
“Habéis de saber
amigos
una nueva desdichada
que cristianos de
bravura
ya nos han ganado
Alhama.
¡Ay, de mi Alhama!”
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