No hay manera humana de saber
donde puñetas nació Cristóbal Colón como tampoco donde están sus huesos. Se los
apropian de la manera más acaparadora, y
todos – sevillanos y cubanos – dicen que los que custodian ellos son los
verdaderos.
El marino genovés, eso sí,
descubrió el Nuevo Mundo perro todo en su vida son enigmas. ¿Era judío y por
eso ocultaba muchas cosas? ¿El rey de Portugal no le hizo caso porque lo tomó
por loco o porque no tenía dinero? ¿Lo que reveló al fraile Marchena, en
confesión, era que realmente ya había estado en América y por eso la reina
cambió de parecer inmediatamente?
Ahora que en España,
iconoclastas como nadie, no reconocemos a los nuestros todas las grandes
hazañas y los vilipendiamos (no hay más que ver el trato que acabamos de darle
a Hernán Cortés con tantos disparates publicados a raíz de la conquista de
México), el único que tiene garantizado que no lo bajan de la columna del final
de Las Ramblas, en Barcelona, es Colón.
¿Qué no me creen? Pero si
Cervantes, el Quijote, Santa Teresa o Tartesos eran catalanes, ¿cómo van a
dejar que otros se apropien de la figura del Almirante?. Que no, que no le den
más vueltas, Cristóbal Colón, catalán…
Un amigo, Joan Mas, experto
conocedor de toda la historia de su tierra, Mallorca, y con quien conocí,
porque me los enseñó él, los talayots y las navetas prehistóricas de su tierra, me lanzó una hipótesis. Verán. La escuela
cartográfica mallorquina de los siglos XIII y XIV era la mejor y más preparada
de todo el Mediterráneo. Vale. ¿Y si Colón, por un casual nació en Génova,
pueblecito mallorquín en el Poniente de la Isla, cercano a Calviá?
Se pueden matar varios pájaros
de un tiro: era ‘genovés’, claro. Colón – con
‘m’ Colom – es un apellido judío mallorquín, la calle de la cadena,
cerca de Santa Eulalia en Palma, habla del poderío hebreo en la ciudad y,
además, conocía, a la perfección, la Escuela de Cartografía que lo pudo haber
llevado antes a América…. Una pincelada más: pide como confianza ante la duda
en el mar de los Sargazos, tres días, si
al tercero, les dijo, no hemos llegado, nos volvemos: “Tierra”, gritó Rodrigo de Triana. Vaya hombre, éste no
era catalán, sino… de Lepe. ¡Pasan unas cosas!
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