martes, 6 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arte sobre un escenario






“Hasta que el pueblo las canta, /  las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor”. Lo dejó dicho don Manuel Machado, a quien muchas veces, por ese arte de birlibirloque que impera en ciertas corrientes de la intelectualidad, se le obvia o se le manda, sencillamente, al olvido… ¡"Cosas veredes, amigo Sancho"!

¿Y cuando a las coplas, las otras coplas, las ‘reinventa’ el pueblo? Entonces surge ese algo que se llama chispa, arte, ingenio, gracia, espontaneidad… ¡Qué sé yo! Llámenlo como quieran pero aparecen esos momentos únicos e irrepetibles que nos se volverán a ver más…

Hace unos días, - unas noches, para ser más concreto – en Encinasola, luna en cuarto creciente, una brisa que soplaba de la Contienda y gente con ganas de divertirse,  se celebraban la V Jornadas de Folclore Marocho, (que tiene mucho que ver con lo de la copla anónima que hablábamos antes)  tuvieron a bien, insertar en el programa, unas ‘revivencias’, la palabra a lo mejor no es la más correcta, que no es karaoke, que no, que se lo digo, y que sí que tenía arte, mucho arte donde combinaron  música, escenografía y vestuario. ¿El motivo? – la celebraban de los quintos en el 75 aniversario del Maestro Abel Moreno…

Por la fecha actual  y  por la edad de los presuntos celebrantes de las efemérides se contaban con los dedos de la mano la confluencia. Y entonces, fue entonces cuando un grupo de amigos el maestro decidieron hacer un acto diferente.

Al escenario subieron Lola, al Faraona, o sea , Lola Flores; aquella chiquita rubia que hacía a Cupido lanzar dardos de amor, o sea, Karina; un Raphael con chaqueta al hombro… o, lo mejor de la copla. Surgieron,  como emanados del arte que se lleva dentro, Jarcha o el Tío Honorio con su gramática parda y su filosofía de andar por el pueblo…

Apareció el folclore del vecino Portugal, con caracterización y manera de escenificarlo incluido – ‘mas cumplido que un portugués- haciendo el deleite de los asistentes que valoraban, además del momento, la valentía de llevar la risa a lo alto de un escenario porque no hay nada más sano que reírse de un mismo.



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