“Hasta que el pueblo las canta,
/ las coplas, coplas no son, / y cuando
las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor”. Lo dejó dicho don Manuel
Machado, a quien muchas veces, por ese arte de birlibirloque que impera en
ciertas corrientes de la intelectualidad, se le obvia o se le manda, sencillamente,
al olvido… ¡"Cosas veredes, amigo Sancho"!
¿Y cuando a las coplas, las
otras coplas, las ‘reinventa’ el pueblo? Entonces surge ese algo que se llama
chispa, arte, ingenio, gracia, espontaneidad… ¡Qué sé yo! Llámenlo como quieran
pero aparecen esos momentos únicos e irrepetibles que nos se volverán a ver
más…
Hace unos días, - unas noches,
para ser más concreto – en Encinasola, luna en cuarto creciente, una brisa que
soplaba de la Contienda y gente con ganas de divertirse, se celebraban la V Jornadas de Folclore
Marocho, (que tiene mucho que ver con lo de la copla anónima que hablábamos
antes) tuvieron a bien, insertar en el
programa, unas ‘revivencias’, la palabra a lo mejor no es la más correcta, que
no es karaoke, que no, que se lo digo, y que sí que tenía arte, mucho arte
donde combinaron música, escenografía y
vestuario. ¿El motivo? – la celebraban de los quintos en el 75 aniversario del
Maestro Abel Moreno…
Por la fecha actual y por
la edad de los presuntos celebrantes de las efemérides se contaban con los dedos
de la mano la confluencia. Y entonces, fue entonces cuando un grupo de amigos
el maestro decidieron hacer un acto diferente.
Al escenario subieron Lola, al
Faraona, o sea , Lola Flores; aquella chiquita rubia que hacía a Cupido lanzar
dardos de amor, o sea, Karina; un Raphael con chaqueta al hombro… o, lo mejor de
la copla. Surgieron, como emanados del
arte que se lleva dentro, Jarcha o el Tío Honorio con su gramática parda y su
filosofía de andar por el pueblo…
Apareció el folclore del vecino
Portugal, con caracterización y manera de escenificarlo incluido – ‘mas
cumplido que un portugués- haciendo el deleite de los asistentes que valoraban,
además del momento, la valentía de llevar la risa a lo alto de un escenario
porque no hay nada más sano que reírse de un mismo.
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