Tengo un problema. Bueno; uno,
no, muchos problemas. Verán. Regreso del campo. Llego a mi casa -perdón por hablar hoy de mí – y me encuentro
a mi mujer hecha un basilisco. Sin mediar palabra, a veces, no hace falta que
medie palabra para saber que hay levante…
Y eso, que va y me dice que va
a llamar a Paco Valverde, amigo (que pinta y escribe como los ángeles, además),
y abogado de los buenos y que le va a decir que prepare los papeles del divorcio.
No aguanta más. No hay ser humano que tenga la capacidad de sufrimiento que
tiene ella y…
Yo, calladito. Ni pío. Y sigue.
A ver, me dice, a ver, qué ser humano aguanta que en un día gélido y frío como
el de hoy su marido le quite de en medio la bufanda, los guantes, el abrigo de
astracán falso que le compré en la rebajas de Gómez Raggio el año que el Málaga
llegó a las semifinales de la Copa del Generalísimo (¡qué Dios tenga en su
Gloria, ahora que Pedro Sánchez lo deja tranquilo), y lo que es más, ¡el jersey
de lana recia que le traje en no sé que viaje a Escocia…!
Y, entonces yo, con la humildad
franciscana que me caracteriza, casi sin querer levantar la voz un poco más
allá de donde sale para no despertar al gato le dije que todo lo había hecho
por su bien. En un día como hoy, me
atreví a anunciarle, ¿cómo iba a consentir que saliese a la calle y así sin
más, como quien no quiere la cosa, cogiese unas anginas de las malas de esas
que suben la fiebre una barbaridad…?
Y, además, con lo mala que tú
te pones, le dije, con los resfriados y pudieses pescar uno de esos malos que
dan tos por la noches y hay que poner una cebolla partida por la mitad, o sea
en dos partes, en la mesilla de noche para mitigar - la tos; la cebolla, no- y
tener qué tomar infusiones calentitas de tomillo con miel…
Pues como que no. Me dice que
llama a Paco, y que arregle esto…, no aguanta que en días fríos y gélidos como
el de hoy… Yo me quedo meditabundo, cabizbajo y cejisjunto y pienso en el
hombre del tiempo que dice que algunos sitios hasta hace calor…
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