El campo tenía sus leyes, su
calendario y su tiempo. Todo medido, tasado y, si me apuran, marcado en alguna estrella perdida. No había
leyes escritas pero como todo el mundo lo sabía; casi todo el mundo las
respetaba.
Con las calores del verano no
se podían arrancar los garbanzos si ya
había salido el sol. Había que apurar las madrugadas de blanduras, o sea, esos
días en el que el aire de levante entolda el cielo y pone las cosas con una
suavidad apropiada. Entonces, los cascabullos de las matas no se rompían, y se
hacían gavillas, o más bien pequeños montoncitos, afianzadas con una piedra
encima para evitar que se dispersasen con el viento.
Por la Virgen de agosto, el
quince, se comenzaban a guardar los suelos de los olivares. No podía entrar el
ganado a pastar. Desde esa fecha se sabe que la aceituna ya tiene aceite y que
puede ir al molino. Un poco después se daba la primera vuela. Era una recogida
de mucho trabajo y poco rendimiento porque la aceituna bajada a tierra era una
aceituna de maluqueo.
También en ese día abrían la
media veda para los cazadores. Eran pasto del fuego de escopetas tórtolas,
codornices y palomas. En los aguaderos del arroyo donde los animales acudían a
beber, sobre todo. Era un traqueteo constante de tiros. No sé si la ley – la de
caza, quiero decir – ha cambiado, y si, ahora, se permite eso o si la
‘civilización’ ha impuesto otras normas. No soy cazador pero aquella práctica
me parecía de una crueldad tan grande que siempre me rebotó dentro.
En agosto venían las primeras
tormentas. No me refiero a las gotas frías del Mediterráneo que por aquí, por
mi tierra, en el sur del Sur, eran temibles, sino a aquellas que descargaban de
media tarde arriba – ‘nubes de evolución diurna con desarrollo vesperino
vertical’ ¿se acuerdan? – coronaban los
cerros lejanos y, luego, se nos venían más cercanas y los aguceros refrescaban el ambiente y
dejaban aplacado el polvo de los caminos.
Había otra ley tampoco escrita.
Venía de la mano del refranero: “agosto frío, en rostro”. Desde hace unos años
parece que el refranero también tiene muchas cosas en contra y miren por dónde
como que no se cumplen algunas aunque esta mañana he percibido un tímido helor
mañanero...
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