jueves, 15 de agosto de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de azul y nácar






Todo está en calma; baja el sol que no se ve hacia su ocaso. Tarde de brisas suaves, sol y olas de nácar. Van y vienen. Un suspiro robado a hurtadillas; un anhelo incontenido;  un hálito que sale del alma… Tarde de agosto  azul. Desde tierra ven cómo cielo y horizonte beben la misa paleta placentera. Es un azul que juega a mostrar todos sus matices. Los posibles y los otros.  Calor y  espuma sin gaviota. Sabor a versos  del Maestro Alcántara… “la aventura pequeña de ese barco / que hace su travesía por un charco/ sabiendo que a babor nadie contesta”.

En la lejanía un velero. ¿De dónde viene el barco velero que cruza la mar por la lejanía? ¿Adónde van los barcos que vemos  mimetizados con eso que llamamos horizonte?  Juan Mostazo y Oliva, sí lo sabían. Según ellos,  de Cádiz, cruzaba la bahía y no llegaba al Puerto, Puerto de Santa María. Sí, sí el Puerto de Alberti y de don Pedro Muñoz Seca y de Fernán Caballero y de Joaquín,  el Puerto donde había estudiado Juan Ramón y veía la playa desde su ventana…

Iban a más los maestros en la copla – por cierto 1938, o sea, ayer tarde – y hasta sabían el destino. Había un poco de desacuerdos, eso sí, porque según unos iba para Cartagena y otros, le acortaban camino y lo dejaban en Almería. Cuestión de rima… ya ven…

La copla – Carceleras del Puerto – la han cantado todas las grandes. Todas.  Imperio Argentina, Doña Concha, Rocío Jurado, Antoñita Peñuelas,  y hasta Sara Montiel, que la verdad por delante, Sara lo que se dice cantar, cantar pues… eso. De todas, yo me quedo con la voz de Pasión Vega. Es la voz sutil como el vuelo de una mariposa, aterciopelada como la brisa que empuja la vela de ese barquito velero que va por la bahía, como un regalo de Dios en medio de la tarde.

Tarde de azul y nácar;  sabor salino y marinero… Marilina estaba allí. Yo, me apropié de su foto…



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