lunes, 3 de septiembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Maletas



El campo sabe que muchos pájaros  ya tienen hechas las maletas. Esperan esa orden interna que cada año por este tiempo sale de dentro y se cumple inexorablemente. Su orden de partida aparece uno de estos días y ellos la cumplen.

Están las tierras de España agostadas – no porque se haya ido agosto, que sí – sino porque todo está traspillado y seco. El campo espera que a manera de tormenta que es lo que toca ahora aparezcan chaparrones que lo refresque todo y comience el despertar de la temprana otoñada.

No hay semillas en los rastrojos. Las tórtolas, las pocas que quedan de las que van y viene a África,  picotean y buscan algunos granos sueltos, se acercan a abrevar en los pilares de los pozos, en los charcos en los ancones de los arroyos, en el agua parada que se resiste a seguir su curso.

Algo parecido les ocurre a las alondras, a las calandrias, a las codornices, a las cogujales. No todas se van. Algunas se quedan y pasan aquí el invierno.  Estas aves se mimetizan con el terreno y adaptan su plumaje. No se dejan ver pero si deleitan con su canto. Dicen que son granívoras. La verdad que es un nombre un poco feo para tanta belleza de canto, pero da lo mismo.

Hay otras maletas. Las que han vuelto de las vacaciones. Ahora ocupan sitio en los pasillos de la casa, en el salón o en la salita. La ilusión de hacerlas cuando llegan las vacaciones contrasta con la penuria de sacar la ropa que fue ordenada y  ahora regresa un tanto revuelta.

Entre la ropa vendrán, probablemente, algún libro comprado con la ilusión de haber encontrado algo diferente en la tienda aquella que tenía de todo en el pueblo aquel perdido en la sierra lejana y distante que se quedó allí cuando nosotros volvimos y nos espera por si alguna vez queremos regresar. Vendrán también objetos y una pregunta ¿para qué me compré yo esto?

Las maletas esperan su sitio en la buhardilla, el altillo de la escalera, en la altiplanicie que tienen todos los roperos de todas las casas y ahí, aguardarán otra vez la ocasión si llega, en que una orden interior dé la orden de una partida de ilusión en el viaje hacia alguna parte.




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