Dicen que vienen de lejos, del trópico. O sea, de los sitios más
calientes. Arbustivas y siempre verdes. Es una planta que desarrolla, en
ocasiones, con bastante voracidad y es invasiva del espacio que ocupa
privándoles a otras plantas cercanas a ellas en los arriates, incluso de su
espacio.
Su color azul, a veces intenso,
y otras más suave hace que al plumbago, que ese es su nombre, también se la
conozca por celestina. Las hay de color azul intenso, otras, más turquesas y
las hay, incluso que aparecen con un color desleído, como despintadas.
Tienen el color del cielo
cuando ya declina la tarde; el color de los ojos de la niña aquella que vendía
revistas en el quiosco de la esquina cuando íbamos a clase y subíamos la cuesta
del Ejido antes de doblar calle Carrión; tienen el color turquesa de la mar
cuando vende calma…
En algunos jardines ocupan
rincones de privilegio; en otros, tienden a subirlas para que hagan emparrados
y den sombra en verano; otros, les peinan sus formas a modos de setos o en bolas de tamaño considerable…. Sus flores se
abren desde una espiga. Les dan aspecto de belleza delicada y sutil.
De donde vienen ella no pega el
frío. Está extendida por las zonas templadas de todos los continentes,
principalmente, África, América del Sur, Asia - donde cambia el color azul por otros
anaranjados – y por el mediterráneo de
Europa.
No son exigentes en cuanto a
suelos. Sí con las temperaturas. Les duele el frío – ‘temen’ al frío, dicen los
que saben - en su esencia y en los lugares donde pegan las heladas su
desarrollo es menor, e incluso paran el crecimiento. Amigas del calor, como el
jazmín - de hecho a ella en algunos
lugares la denominan, Jazmín de El Cabo y Jazmín del cielo – amigas del calor
del estío.
El plumbago no pide muchos riegos.
Los prefiere mañaneros cuando el sol aún no calienta ni abrasa; tampoco es muy
‘delicado’ en la selección de abonos y no quiere suelos encharcados…
Pide podas. Todas las plantas
arbustivas quieren podas severas. Florecen sobre los tallos nuevos. Duele, en
ocasiones, ‘sentarles’ la mano, pero es
necesario. En ello les va su subsistencia, es decir, la vida.
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