viernes, 21 de septiembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Celestinas



Dicen que vienen de lejos,  del trópico. O sea, de los sitios más calientes. Arbustivas y siempre verdes. Es una planta que desarrolla, en ocasiones, con bastante voracidad y es invasiva del espacio que ocupa privándoles a otras plantas cercanas a ellas en los arriates, incluso de su espacio.

Su color azul, a veces intenso, y otras más suave hace que al plumbago, que ese es su nombre, también se la conozca por celestina. Las hay de color azul intenso, otras, más turquesas y las hay, incluso que aparecen con un color desleído, como despintadas.

Tienen el color del cielo cuando ya declina la tarde; el color de los ojos de la niña aquella que vendía revistas en el quiosco de la esquina cuando íbamos a clase y subíamos la cuesta del Ejido antes de doblar calle Carrión; tienen el color turquesa de la mar cuando vende calma…

En algunos jardines ocupan rincones de privilegio; en otros, tienden a subirlas para que hagan emparrados y den sombra en verano; otros, les peinan sus formas a modos de setos o en  bolas de tamaño considerable…. Sus flores se abren desde una espiga. Les dan aspecto de belleza delicada y sutil.

De donde vienen ella no pega el frío. Está extendida por las zonas templadas de todos los continentes, principalmente, África, América del Sur, Asia  - donde cambia el color azul por otros anaranjados – y por  el mediterráneo de Europa.

No son exigentes en cuanto a suelos. Sí con las temperaturas. Les duele el frío – ‘temen’ al frío, dicen los que saben - en su esencia y en los lugares donde pegan las heladas su desarrollo es menor, e incluso paran el crecimiento. Amigas del calor, como el jazmín  - de hecho a ella en algunos lugares la denominan, Jazmín de El Cabo y Jazmín del cielo – amigas del calor del estío.

El plumbago no pide muchos riegos. Los prefiere mañaneros cuando el sol aún no calienta ni abrasa; tampoco es muy ‘delicado’ en la selección de abonos y no quiere suelos encharcados…

Pide podas. Todas las plantas arbustivas quieren podas severas. Florecen sobre los tallos nuevos. Duele, en ocasiones, ‘sentarles’  la mano, pero es necesario. En ello les va su subsistencia, es decir, la vida.





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