miércoles, 19 de septiembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Remigio


                     A don Remigio donde esté; a todos mis compañeros de aquellos años en los que nos enseñaron a abrirnos paso en la vida.

El aula de Ciencias Naturales era espaciosa y con mucha luz. Estaba en la planta baja de la rotonda. Se llegaba, después de bajar por la escalera de caracol, atravesando un patio con forma de semicírculo cubierto con cristalera…

En uno de los laterales, una ventana por la que entraba la luz. En el testero de enfrente, una vitrina acristalada con muestras de mineralogía, animales  y pájaros disecados, instrumentos de ciencias y precisión. Tenía llaves pero las portezuelas nunca estaban  cerradas.

El profesor de Ciencias Naturales en 5º de Bachillerato era don Remigio Sánchez- Mantero. Había sido director en el Instituto de Baeza y en el femenino de Málaga, el que estaba en calle Gaona y donde había estudiado Severo Ochoa cuando en Málaga, la de las ‘cien tabernas y una sola librería’, también había un solo Instituto…
Don Remigio tenía la cabeza de nieve. Un acento castellano (porque don Remigio era de Valladolid) en el que pronunciaba la ‘elle’ de calle y no la de lluvia que pronunciábamos nosotros. Siempre de traje, camisa muy limpia y corbata;  zapatos negros y con brillo. Sus años – don Remigio era ya muy mayor – hacían que entre nosotros, además del prestigio académico tuviese un algo muy  especial…

El libro de texto, las Ciencias Naturales, de Salustio Alvarado. Un tocho. Más de trescientas páginas sin una ilustración. A lo sumo, unos dibujitos a plumilla. A mí me vino muy larga la Cristalografía. Le daban la mano la Estratigrafía y Geología Histórica, las Esquizofitas, Talofitas y Muscíneas… (La alegría del barrio).

Algunas veces, como gente con quince y dieciséis años entre nosotros afloraba una pizca de gamberrismo de aquel tiempo, claro. Hecho el lipendi alguien sacaba un ejemplar de mineral de su caja:
-         Don Remigio, ¿este pedrusco…?

-         ¡Hijooo, saltaba como un resorte, no seas animal…,  eso no es un pedrusco, es un mineral!… Déjalo en su sitio  y no incordies.

Un día, el periódico publicó que habían descubierto diamantes en Carratraca. La gente del pueblo se echó, literalmente, al monte. Debajo de las camas, un auténtico arsenal acumulando con todas las piedras ‘raras’ encontradas que había visto desde siempre pero que ahora las pensaron como parte del tesoro…
-         Don Remigio, ¿se ha enterado usted que han descubierto diamantes en Carratraca?

-         Anda, hijo, no digas tonterías y, atiende…




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