25 de
septiembre, martes, calor de verano.- He tenido una movida interna en la
reubicación de libros en la biblioteca. Me reencuentro con “Los Pilares de la
Tierra” de Kent Follet. Le he echado un
vistazo por encima. Cuando lo leí, en su día, saqué una conclusión: a pesar de
que todo sale mal el mundo marcha sin nosotros.
También
tiene sitio ‘nuevo’ un libro comprado en el último viaje a Madrid, en el
Pasadizo de San Ginés, esquina con la calle del Arenal. Lo encontré en un
librero de viejo, “Historias de una taberna”, de Antonio Díaz-Cañabate. Llevaba
tiempo tras su búsqueda. Me dio una gran alegría poder reencontrar a dos
amigos: a la obra y al autor con quien obviamente nunca pude hablar pero, a
veces, los autores de algunos libros son nuestros amigos. Tiene sabor, esencia,
enjundia y casticismo. Como los vinos buenos -y va de taberna- hay autores que
no pierden con el tiempo. Puede sonar a tópico. No es el caso. A don Antonio lo
conocí cuando compraba aquellos libros de, a cinco duros, que RTVE puso en
marcha para aficionar al personal a lectura. Yo me las andaba, entonces, por la Escuela Normal. Cinco duros era
mucho dinero y uno fue comprándose la colección con el sacrificio propio de
quien estaba a la cuarta pregunta.
Me
dicen que en Sevilla arden – por calor y por deseos – de que cambie algo el
tiempo. De petición de cambios pueden andar algunos políticos. Leo que en las
cloacas del Estado a una señora ministra que conocen por la ‘Lola’ le han
abierto brecha. Señora, no le compro la ganancia…
Hay
días en que no ocurre nada, o casi nada, y me entero, también, que otra política de alto copete ha
manifestado en una entrevista en televisión que comenzó a trabajar con catorce años. Señora,
¿eso es una ilegalidad, verdad? En mi pueblo las niñas de catorce años en
aquellos años de infausto recuerdo trabajaban en la casa de los señoritos por
jornales de miseria… Los niños no lo tenían mejor. Porqueros o guardando
animales en los cortijos… por la comida y unas migajas de jornal. Aquellos
tiempos sí que eran duros, y ¿sabe usted? conozco a algunas y algunos con una
gran dignidad, entonces y hoy, y yo me siento muy orgulloso de la amistad con
que me honran. Ojalá pudiese decir lo mismo de ustedes, ambas, dos.
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