28 de
septiembre.- Esta tarde he hablado con los Richter. Tienen una casa en los
Aneales. Pasaban por camino. Daban su paseo diario; el de cada tarde. Cuando
los veo venir recuerdo aquello que se contaba de Kant, que la gente ponía el
reloj en hora al doblar la esquina. Los Richter, cuando les llegó la
jubilación, cambiaron las cercanías de Rheinsmünter, a orillas del Rhin, por el
aire tibio del sur, cerca del Guadalhorce. “Soñaba, me comentó, en cierta
ocasión, la señora, con este día”. La señora Richter es retraída y prudente.
Habla lo preciso. El señor Richter es más locuaz. A veces me habla del su país
y de los contrastes que observa aquí. “El gobierno alemán, me ha dicho, cuando
promete algo, lo cumple”.
Yo, le
he comentado que aquí todo es diferente. El Guadalhorce agoniza. Lo matan los
vertidos de las barriadas de El Chorro, Bermejo, La Loma, Las Mellizas,
Bellavista, La Molina, El Puente, la Estación y la propia ciudad de Álora. La maleza ha invadido el cauce. Dicen,
falsamente, que no lo limpian por respeto a la fauna acuícola. Le he comentado
que lo que esconden es la ineptitud para resolver los problemas. Es más, le he
dicho que todo puede ser fruto de la desidia propia nuestra. Hoy, precisamente,
se han cumplido seis años de la última gran inundación.
Casi
con dos luces he regresado. Me ha dado por echar un vistazo a una antología de
poetas del 27. Hay un puñado de poeta olvidados. Casi nadie los recuerda.
Pienso en ellos. Fernando Villalón, Villaespesa o Moreno Villa. No los mató la
revolución y sí el olvido o el exilio.
Cuestión
de gustos... De Villaespesa guardo un recuerdo en la lejana melodía del
agua cayendo por los caños de las fuentes de su pueblo, Laujar de Andarax, una
noche muy fría de febrero, mientras leía
sus versos impresos en el mármol. Yo me escapaba de mí mismo; el agua, de
las entrañas de la tierra; de Moreno Villa, el desconocimiento de
su persona y de su obra, que tenemos su paisanos malagueños casi asombra;
de Villalón, las praderas de cuajadas de margaritas que se comerán los toros
que nunca tendrán los ojos verdes… Mañana, yo voy a ver parte de esa dehesa
guidado por manos amigas. ¡Suerte la mía!
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