viernes, 28 de septiembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Marsima y dehesa



28 de septiembre.- Esta tarde he hablado con los Richter. Tienen una casa en los Aneales. Pasaban por camino. Daban su paseo diario; el de cada tarde. Cuando los veo venir recuerdo aquello que se contaba de Kant, que la gente ponía el reloj en hora al doblar la esquina. Los Richter, cuando les llegó la jubilación, cambiaron las cercanías de Rheinsmünter, a orillas del Rhin, por el aire tibio del sur, cerca del Guadalhorce. “Soñaba, me comentó, en cierta ocasión, la señora, con este día”. La señora Richter es retraída y prudente. Habla lo preciso. El señor Richter es más locuaz. A veces me habla del su país y de los contrastes que observa aquí. “El gobierno alemán, me ha dicho, cuando promete algo, lo cumple”.

Yo, le he comentado que aquí todo es diferente. El Guadalhorce agoniza. Lo matan los vertidos de las barriadas de El Chorro, Bermejo, La Loma, Las Mellizas, Bellavista, La Molina, El Puente, la Estación y la propia ciudad de Álora.  La maleza ha invadido el cauce. Dicen, falsamente, que no lo limpian por respeto a la fauna acuícola. Le he comentado que lo que esconden es la ineptitud para resolver los problemas. Es más, le he dicho que todo puede ser fruto de la desidia propia nuestra. Hoy, precisamente, se han cumplido seis años de la última gran inundación.

Casi con dos luces he regresado. Me ha dado por echar un vistazo a una antología de poetas del 27. Hay un puñado de poeta olvidados. Casi nadie los recuerda. Pienso en ellos. Fernando Villalón,  Villaespesa o Moreno Villa. No los mató la revolución y sí el olvido o el exilio.

Cuestión de gustos... De Villaespesa guardo un recuerdo en la lejana melodía del agua cayendo por los caños de las fuentes de su pueblo, Laujar de Andarax, una noche muy  fría de febrero, mientras leía sus versos impresos en el mármol. Yo me escapaba de mí mismo; el agua, de las entrañas de la tierra; de Moreno Villa, el desconocimiento de su persona y de su obra, que tenemos su paisanos malagueños casi asombra; de Villalón, las praderas de cuajadas de margaritas que se comerán los toros que nunca tendrán los ojos verdes… Mañana, yo voy a ver parte de esa dehesa guidado por manos amigas. ¡Suerte la mía!


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