No sé por dónde empezar.
Septiembre ha llegado como una continuidad necesaria. Septiembre el que ‘se
lleva las puentes – de eso sabemos un rato, un montón de gente – o seca las
fuentes’ ha venido porque ha caído la hoja del calendario. Está aquí. Ha
llegado y ha comenzado la singladura.
Dicen que singladura es el
camino que recorren los barcos al navegar. No lo sé, tampoco lo sé cómo se le
llama el camino que nace al desgranarse los días que consumen y agotan el
calendario. Horas, días, semanas, meses, años, lustros, siglos… Da lo mismo.
Quevedo dijo que ‘todas las horas hieren y la última mata’.
Todo está revuelto. Hay un aire
enrarecido que aparece por las esquinas de los telediarios, en los digitales –
ahora ya han desplazado a los periódicos de papel – en las emisoras de radio.
Una amiga que dice de ella misma que es medio bruja anuncia que va a pasar
algo. Le inquirí ¿un atentando? ¿una catástrofe natural? Ella tampoco lo sabe.
Se limitó a decir: lo temo, lo intuyo, algo gordo…
Hay un preludio de otoño – es
otro preludio – en la maduración del campo. Están aquí ya las granadas con
mando en plaza entre el ramaje espinoso de los granados antes que el tiempo
natural los deshoje y deje el suelo con manto de oro viejo. Anuncian el grado
de azúcar propio para dentro de muy poco tiempo.
Les ha salido un competidor
duro. Los membrillos también quieren su sitio. Los membrillos pasaran, una vez
quitada la pelusilla de su piel por la olla de cocción, y luego pasta, y azúcar
al perol y almíbar y pasta y el gachero que da vueltas ¿Pruebo? Niño que te quemas, y
el niño, naturalmente se quema… y esos platos, tentación de golosos, con su
poquito de queso blanco.
Las aceitunas aloreñas arquean las ramas y piden salmuera y tomillo
y ajo y pimiento rojo y unas ramitas de hinojo… Es un preludio de otoño. Me
quedo mejor con toda la segunda parte del artículo. ¿Ustedes gustan?
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