domingo, 2 de septiembre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Preludio



No sé por dónde empezar. Septiembre ha llegado como una continuidad necesaria. Septiembre el que ‘se lleva las puentes – de eso sabemos un rato, un montón de gente – o seca las fuentes’ ha venido porque ha caído la hoja del calendario. Está aquí. Ha llegado y ha comenzado la singladura.

Dicen que singladura es el camino que recorren los barcos al navegar. No lo sé, tampoco lo sé cómo se le llama el camino que nace al desgranarse los días que consumen y agotan el calendario. Horas, días, semanas, meses, años, lustros, siglos… Da lo mismo. Quevedo dijo que ‘todas las horas hieren y la última mata’.

Todo está revuelto. Hay un aire enrarecido que aparece por las esquinas de los telediarios, en los digitales – ahora ya han desplazado a los periódicos de papel – en las emisoras de radio. Una amiga que dice de ella misma que es medio bruja anuncia que va a pasar algo. Le inquirí ¿un atentando? ¿una catástrofe natural? Ella tampoco lo sabe. Se limitó a decir: lo temo, lo intuyo, algo gordo…

Hay un preludio de otoño – es otro preludio – en la maduración del campo. Están aquí ya las granadas con mando en plaza entre el ramaje espinoso de los granados antes que el tiempo natural los deshoje y deje el suelo con manto de oro viejo. Anuncian el grado de azúcar propio para dentro de muy poco tiempo.

Les ha salido un competidor duro. Los membrillos también quieren su sitio. Los membrillos pasaran, una vez quitada la pelusilla de su piel por la olla de cocción, y luego pasta, y azúcar al perol y almíbar y pasta y el gachero  que da vueltas ¿Pruebo? Niño que te quemas, y el niño, naturalmente se quema… y esos platos, tentación de golosos, con su poquito de queso blanco.

Las aceitunas aloreñas  arquean las ramas y piden salmuera y tomillo y ajo y pimiento rojo y unas ramitas de hinojo… Es un preludio de otoño. Me quedo mejor con toda la segunda parte del artículo. ¿Ustedes gustan?




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