No es aún la mediación de la
mañana. La gente desayuna en las terrazas de los bares. A esta hora hay mucha gente en la plaza. Disfruta y apura los últimos días del
verano donde el calor da paso a una brisa que anuncia cambio de tiempo. Hay un columbrar
de nubes por el cielo. El camarero no para. Acude, sirve en las mesas, retira
los vasos…
Me encuentro con unos amigos.
Sonia y Roque. Intercambiamos saludos. Hablamos. Llega mi amigo Juan. Mi amigo
Juan me habla de un viaje en puertas. Quiere llevar a su mujer. Celebran un
acontecimiento familiar. Algo especial. Le han aconsejado Praga. Los otros
amigos, que Roma. Roma, le digo, es un museo al aire libre. Aunque ¿sabes una
cosa? A mí me sorprendió Budapest…
Los otros se retiran a sus
asuntos. Tienen que aprovechar su tiempo. Alguien dijo “Dios bendiga a quien no
me haga perder el tiempo”. Estos son de los que saben aprovecharlo. Le sacan
rendimiento.
Juan me dice que es un
fervoroso de Madrid… Se vienen a la baraja un ramillete de nombres. Todas las
ciudades tienen un encanto especial, y lo que es más importante, en casi todas,
a veces dejamos algo de nosotros mismos que en un momento determinado estamos
dispuestos a ir a recogerlo.
Mi amigo Juan tiene la
experiencia de haber vivido fuera. Naturalmente eso da una apertura de mente
que va más allá, mucho más allá de las lindes del pueblo porque limpia las
telarañas que con frecuencia se cuelgan en la herrumbre de los balcones.
Está lleno de ideas. Todos
tenemos, en ocasiones, muchas ideas. El problema viene cuando hay que llevarla
de las musas al teatro o como dice el refrán, ‘del dicho al hecho’. Ese dichoso
trecho en los que, en ocasiones, se pierde el viento, es el punto de tropiezo
de hacer tangible los sueños.
Me gusta juntarme con la gente
más joven que yo y, sobre todo, como en este caso, cuando tienen mucho que aportar, que enriquece, que hace que uno
crea que aún hay ‘sol en las brañas’ y que todavía tienen fruto los perales del
huerto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario