Río de albures de dorsos azules
y vientres plateados. Río de sueños y requiebros; río de esencia que se
enseñorea entre álamos y vegetación de
ribera y admira una tierra de arte. ¿Por Gelves pasa despacio? No. Por Gelves se
recrea en la tierra donde nació ‘el Gallo’…
“Coria es una sirena fluvial
varada entre la marisma y el Aljarafe”. Lo dijo Barbeito. Amén. En Coria - ‘Coria camaronera’ – una sirena rubia que
subió no sé cuando por el río ofrece un puñadito de camarones… Yo voy, de la
mano que me guía, otra sirena de tierra adentro. ¡Suerte la mía!
Todo es plata y magia. Todo es
quietud y dice hasta donde llega la marea cuando sube y toma lo que es suyo y
pulsea al río porque hasta aquí, me dicen, vino de tierra de Oriente y sembró
de rasgos orientales esta orilla y por eso…¿Y por eso…?
Y subimos al Cerro. Paco, un
hombre de esos hombres que andan pegados a los templos, nos enseña la capilla
de la Vera Cruz y me cuenta – nos cuenta – que tres Cristos navegaban camino de
América. Frente a Sevilla se ancla, por azar, el barco. Mucha carga. Sueltan
lastre. Dejan una imagen. En San Juan ocurre lo mismo. Pasa igual en Coria… Los
Cristos ‘no quieren’ ir a América. Nacen tres cofradías con el mismo nombre:
Vera Cruz. Siglo XV, por más señas…
En La Puebla, el río es asombro
y hechizo. El río es quietud y caracoleo ¿como cuando el maestro abre el capote
y dibuja la media que se pierde por el aire…? ¿Cómo esas bandas de pájaros que
pespuntean el cielo de la Dehesa Baja? ¿Cómo esa niña de ojos achinados que se
quedó desde el tiempo cuando vino aquél y
perdura y dice: ‘aunque falte de aquí, éste es mi pueblo’?
Sigue despacio, muy despacio el
río. Nos sentamos en su orilla. Me pregunto si va o viene o está quieto o sí
quiere ser espejo para que se miren los barcos como ese, como ese que baja,
precisamente ahora, y va camino de alguna parte…
Se va la tarde. En la laguna un puñado de flamencos apuran
los días antes de reemprender el vuelo. Están vacíos los nidos. No hay
cigüeñas, esas que “vistes de pluma y garabato encinas y acebuches”. Eso,
también, de Barbeito. Y cierro los ojos
y te sueño…
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