Llegamos al filo de la Plaza
Nueva. Yo tomé tu mano; tú, la mía… y empezamos a andar por el borde de la
Carrera del Darro…
Subimos bordeando la acera con
bordillo de piedra. Abajo, en el lecho del río, el agua clara. Mirtos,
vegetación de ribera.
-
Ahora lleva más agua, dijiste... Sentí el
palpitar de tus dedos entre los míos.
Tenías un no sé qué especial
que te brillaba en los ojos. Vimos cómo pasaba el agua limpia, cristalina,
saltando de piedra en piedra, por debajo
del muñón del puente que sobrevive al tiempo.
Cruzamos la calle. Entramos en
una tienda. Miramos, nos miramos. Luego, volvimos a la calle. Antes de salir,
tomaste un pequeño frasco de perfume. En el envoltorio ponía algo así como
‘esencia de rosas de la Alhambra’.
Mirábamos absortos. Todo era
asombroso. Nos cruzábamos con la
gente.
Unos subían. Iban en nuestra
misma dirección. Otros, bajaban en sentido contrario. Otras parejas iban,
también, asidas de la mano.
Han restaurado algunos
edificios. Han limpiado la piedra. Han sacado a flote la belleza escondida.
Me mirabas, te miraba…
Veíamos en el filo de la baranda, allá en lo
alto, a la gente asomada desde la Torre de la Vela… En el agua fría del río se
bañaban algunas parejas. Apuraban los últimos calores de la tarde. Otras, encaramadas, ahí arriba, coronaban la
ladera salpicada de almeces, pinos, higueras silvestres y cipreses.
Cruzamos enfrente, al otro lado
de la calle. Subimos por la calle Zafra. Estrecha, enigmática, todo misterio. Hay
alcorques con flores y rosas en un patio
umbrío… Pasamos por delante de la Casa de las Chirimías… y tú me miras y yo te
miro… y llegamos a la Plaza bordeada de arrayanes, en pie, casi en el filo de la baranda de
piedra me acerco y tú te dejas, y entonces, deposito, suavemente, un roce de
mis labios en los tuyos…
Hay una música de agua que
salta en el mármol del la fuente… La gente va y viene. Unos por la Cuesta del
Rey Chico; otros, siguen por el paseo del Padre Manjón y se pierden por la
Cuesta del Chapiz…
Entramos en un bar. Pedimos dos
vinos. Hacemos un embroque de copas. Los cristales despiden un sonido agudo. Se
pierde en el aire…
-
Por ti… y alzo la copa.
-
Por ti… respondes tú.
-
Por nosotros, digo yo.
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