No es el grito de la pareja que añoraba la
intimidad; no. Es algo peor; acogota. Un puñado de municipios del interior la
provincia de Málaga se queda sin gente. ¿Por qué? Las causas, muchas. La
principal, por falta de futuro. No hay perspectivas. Esto, dicen, se muere.
No es solo un problema de la provincia de Málaga.
Castilla, la vieja Castilla de ‘páramos y soledades’, sabe de eso; mucho. Un paseo por las tierras
Altas de Soria o por La Rioja es un muestrario. Una salida un poco a trasmano
de las carreteras convencionales lo confirma. En los pueblos no hay nadie.
Me gusta ir a las fuentes públicas. Allí, a veces,
hay un viejo. Puede que se apoye en un bastón. Tiene la cara curtida. Se le
velan los ojos cuando mira al frente: en la distancia física y la distancia de
su vida. Tiene ganas de hablar; habla.
Según el sitio cuenta que se fueron, en otro tiempo,
a Bilbao; a Barcelona; a la Costa del Sol. Algunos de los que salieron de allí
llegaron a la cumbre. (En Medinaceli una placa sobre la fachada recuerda al
profesor Grande Covián, hijo ilustre de la ciudad…)
Aquí, en Málaga, son los municipios del Valle del
Genal. O sea, parte de la Serranía de Ronda, por un lado; por el otro, la
Axarquía. La belleza extrema. Pueblos blancos, pintorescos; llenos de encanto.
Ofrecen paz que se convierte en silencio y cuando el silencio habla, malo.
Por la tierra soriana: Gallinero de Soria, Almarza,
Arévalo de la Sierra, Castilfrío, Estepa de San Juan, Carrascosa… De Oncala a
San Pedro Manrique la soledad es compañía a pedir de mano; Yanguas, Villar del
Río. Todo sigue igual por La Rioja: Munilla; la tierra de Cameros… Turuncún ya
es un pueblo fantasma.
Los alcaldes buscan soluciones. Ofrecen
‘cheques-bebe’, trabajo, casas baratas, suelo para construir casi regalado…
¡Hasta han pintado de azul el pueblo para atraer a a gente! No hay manera.
Se han ido. Buscan el pan de cada día lejos. Colonias de gente un tanto
excéntrica se asientan por aquellos lares. ¿Cuánto van a durar?
A medida que iba leyéndote iba recordando nombres de pueblos que los dos conocemos y amamos, sorianos todos: Noviercas, Torrubia del Campo, Yanguas, Cidones, Andaluz... Y tantos y tantos otros. Qué pena, con tanta hermosura abierta de par en par.
ResponderEliminarSí, Antonio. Una España excepcional cargada de sorpresa para el caminante que se acerca a ella...
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