A media mañana el bar se queda vacío. El bar según
qué hora cambia de personal. Temprano, los que madrugan. Son hombres que acuden
al trabajo. Café, copa; desayuno rápido.
Tienen prisa.
Entra el día; cambia de público. Acuden las madres
que dejaron a los niños en la escuela cercana. Son mujeres jóvenes. Vienen en pandillas de tres, cuatro y hasta
cinco. Desayunan sin prisa. Su reloj marca un horario diferente.
En una mesa, conforme se entra, a la izquierda, un matrimonio mayor. Su desayuno,
convencional. Café doble, tostada - casi
nunca la terminan -. Una aceitera, y… Ella
regaña al hombre porque le pone sal a la tostada. Le recuerda lo que dice el médico y que la sal es mala.
Él no hace caso. Pide un vaso de agua. Saca de un
pastillero unas grajeas de colores.
Pregunta si ahora toca la roja o la azul. La mujer le vuelve a
recriminar. Le dice que no; la verde… Ella le dice que no tiene cuidado y que
cualquier día se ‘envenena´...
Por las cristaleras – porque el bar está orientado a
sol naciente – entra el sol de la mañana.
Llega hasta la mediación del salón; la iluminación, buena. Cuando abren
la puerta de cristales que da a la calle
entra aire fresco…
Sobre la pared, frente a la barra, una foto grande de cuando aquella parte del pueblo era campo.
La orujera, unas casas, un corralón, un
almacén que el tiempo integró en el
configurado urbano…
La barrar, larga. Varios paisanos, uno con bigote
caído de estilo mexicano; otro, con un mono de colores y un letrero en la
espalda. Hay un hombre que bebe una copa de licor duro; hay quien está solo. No
habla con nadie. Pierde la mirada en la pared de enfrente.
No hay ningún periódico sobre la barra como en otros
bares para informara a la clientela; nadie hace caso a la televisión. Aparece
un hombre. Tiene el andar lento; cansino. Trae un cesto con verduras. Viene de
la huerta. Llega, a la izquierda, hasta el final. Entra en la cocina; es el
dueño.
Sobre el río, al fondo, se abre una cristalera. El
paisaje excepcional. Las huertas, en el
meandro; un poco más allá, la estación. Se encarama el pueblo blanco. Arriba,
muy alto, el cielo azul.
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