miércoles, 1 de marzo de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores, sin ir más lejos



El viajero se ha echado a andar, a media tarde, a esa hora en que el sol ya ha cambiado la intensidad de su luz. El sol cambia de luz varias veces al día: al amanecer; a media mañana, cuando se tercia el día, cuando la tarde avisa que vienen las sombras…

En sus oídos escucha el canto de las tórtolas turcas. Han venido de otro sitio. Lo han copado todo.  Están posadas en los cables que orillan la carretera. Su canto es un canto monocorde, feo, monótono; escucha, también, el canto de los chamarines que ya tienen calores de primavera y el canto de otros pájaros que tienen por suyo, como debe ser el campo.

Desde la media distancia ve cómo asoma la veleta de la espadaña del santuario; luego, a medida que se acerca lo ve más próximo, más al alcance de la mano….Está en todo su esplendor. Espera ahí ¡desde hace tanto tiempo¡

El campo está precioso. Un manto verde alfombra el suelo del olivar. Está punteado con florecillas amarillas. La yerbabonita no huele pero le pone un contrapunto único  que no pone ninguna otra flor.
Sigue camino hacia el convento.  No es tiempo todavía; los olivos aún no están en flor. Los olivos se preparan para dentro de unos días cuando se llenen de renuevos y sus brotes sean ramos benditos en una mañana de Domingo que anuncia que vienen la Semana Grande y Jesús entrará la Jerusalén de muchos pueblos.

El Santuario de Flores está en su sitio. Ni más acá, ni más allá. Los franciscanos que vinieron de del convento de los Ángeles de Málaga en XVI tuvieron claro el lugar donde debería estar. Otea el horizonte; avienta los vientos; contempla y mira y ve…

Lo levantaron en las faldas del monte Hacho; enfrente, el Torcal y la Sierra del Valle, para nosotros. (Los libros de Geografía dicen que se llama sierra de Abdalajís y que se punto más alto es la Huma), y los Nogales y la Joya acurrucados a la caída de las sierra…

El viajero llega a su puerta; la traspasa. Entra. Todo es penumbra; todo es recogimiento, silencio; paz por fuera y por dentro. Dos mujeres rezan en un banco; una niña enciende unas velas eléctricas con unas monedas. En el camarín, rodeada de yesería, bellísima, Ella…


La imagen puede contener: árbol, planta, montaña, césped, cielo, exterior y naturaleza

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