Michel Qoist escribió un libro delicioso: Oraciones para rezar por la calle. Michel
Qoist pone en su boca: “Mi mejor invento, dice Dios, es mi madre” Y luego,
agrega: “Mi madre se llama María, dice Dios”.
Esta Álora nuestra regala cada primavera una
eclosión de sensaciones. Azahares y rosas; jazmines y claveles; geranios y
pacíficos; clavellinas y margaritas; orquídeas y lirios; florecillas del
camino, florecillas humildes que se abren cada mañana y se dan, todo ellas al
caminante…
Esta tierra nuestra cada primavera saca un rosario
de Vírgenes a la calle. Verán: con el sol de la mañana entre palmas y olivos
tiernos, una Virgen de pestañas grandes; de celeste y blanco; una Virgen
morena. María, Amparo y Auxiliadora…
De Amor -
María - aparece por la puerta grande.
Pespunteo de estrellas en lo más alto. Se empina el campanario. Quiere
alcanzarlas; imposible… Es ella, la Virgen del Amor; es Ella, serena. ¿El amor
serenidad? En Ella, sí; en Ella refugio seguro.
Ya está en la calle. Escuchad, escuchad la música
más sublime, más maravillosa… ¿Trompetas, tambores? No, no. Tintineo de
bambalinas y gemido crujiente de las barras de su palio. Es María
Santísima de los Dolores; mirada triste y profunda, de pena inmensa; de boca
pequeña. Es la Virgen del Cantar de los Cantares: “como torre de David tu
cuello, fortaleza, escudo…”
Llora. Corren las lágrimas. Silencio. Tanta
algarabía de lenguas y todos con el mismo silencio. Silencio. Dios muerto y
Ella, María, con su Hijo, con su
Dios, sobre sus brazos… y, nosotros a pie de calle y nosotros… Madre mía,
Piedad; por tus dolores, Piedad…
Misterio. Dios espera al otro lado de la orilla. Y
Ella, Virgen de las Ánimas, María, tiende
la mano; consuelo que ayuda en el tránsito. Madre de las Ánimas para la noche
del Viernes Santo y para cuando llegue la hora…, dolor de pies descalzos y doloridos por el camino… ¡Ay,
Madre de las Ánimas!
Media noche. María
lleva su dolor; el pueblo el acumulado durante el año. Todo es luto; todo es
tristeza. ¿Se consumó todo? Lo había dispuesto el Padre. María con la soledad
de todos; nosotros, cada uno con la suya…
Un rosario de Vírgenes – “me faltaba una madre y me
la hice”, dice Dios - y cada primavera nos la saca a la calle; el pueblo,
mientras, espera, mira, contempla, reza…
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