Por aquí al carbonero lo llamamos ‘pajarito del
agua’. Su canto, lo entiende la gente
del campo, como un anuncio: viene agua. O sea, que hay un cambio de tiempo más
pronto que tarde. Por cierto, hou día ventoso está callado; el hombre del
tiempo informa que va a llover; veremos quién se sale con la suya.
El maestro Barbeito dice que por la onomatopeya - “imitación de un sonido que no es propio
del lenguaje humano” – en su pueblo lo llaman ‘chachapí’. El maestro Barbeito
sabe del campo más que nadie, y si él lo dice, lleva razón.
Es una respuesta a la pregunta. ¿Pajarito del agua,
va a llover?, y entonces, él que es muy obediente, desde la rama donde esté
camuflado, en opinión del que pregunta contesta con un “sí, señor; sí, señor”,
-porque lo repite, por si no se ha enterado - o con un “no, señor; no, señor”.
Estos carboneros son pajarillos pequeños. Su plumaje,
muy llamativo. Una banda negra – su cabeza y el cuello, también lo es – cruza
su barriga; el resto del plumaje verde oliva. Se ve que es un pájaro al que la
naturaleza lo vistió de buen gusto.
Dicen que no se suele ir. Se queda a pasar por aquí
el invierno y que busca las larvas y los insectos en las cortezas de los
árboles y en el suelo. Anidan en las oquedades y ahora cuando ya apunta a
primavera ellos se las andan en la construcción de sus nidos.
El campo apunta a primavera. Se ha alfombrado de
verde; han florecido los borde de los caminos las margaritas; revientan las
yemas de los frutales; las parras tienen hojas tiernas; dentro de nada, casi a
vuelta de calendario, serán un entoldado de pámpanos que cobijan racimos,
adorno de altares en el Corpus…
Los trigos, en las lomas, ondean con la brisas de la
tarde. Hoy sopla – de hecho, lleva toda la noche – un viento fuerte.
Malhumorado. Se lleva el humo de las candelas. No deja quieta las ramas. Es
aire ‘de arriba’; del norte; frío, gélido… Parece que marzo ha vuelto el rabo.
Hasta el carbonero hoy se ha puesto a buen recaudo.
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